lunes, 29 de mayo de 2017

MIQUI XIV
Creo que estoy un poco cansada -se me ocurrió decirle como excusa a Hulk, a ver si desistía de que siguiéramos bailando juntos. Pero el muy cerdo, tiró de mis muñecas para que nuestros cuerpos se acercaran y apoyando mi cabeza en su hombro, me susurró:
-Puedes descansar aquí.
-No, gracias -dije yo, procurando alejarme- Prefiero que bailemos suelto.
-Como quiera la nena.
-Hulk, te pido por favor que no vuelvas a llamarme nena.
-Favor concedido. Pero recuerda que lo justo es favor por favor. Me debes uno.
-Oye, guapo -me atreví- yo no te debo nada. Y disculpa pero estoy que ardo -seguía inventándome excusas. Incluso separé el cuello de la camiseta y soplé dentro. Aunque la verdad es que me sentía bastante acalorada.
-O sea, que pretendes decirme que estás muy caliente.
-Si sigues por ese camino, te juro que me voy.
-¿Adónde?
-Quiero decir que regreso con Eddie.
-Con Eddie ya has bailado bastante. Ahora toca que bailes conmigo -respondió dirigiéndome una malévola sonrisa -¿O no te apetece?
-No es eso, Hulk -quise contestarle con un tono más amistoso, a ver si esa táctica me daba mejores resultados para librarme de él.

Seguimos bailando sin que me quitase los ojos de encima. Me miraba como si quisiera desnudarme con la mirada. Yo procuraba evitar su mirada dirigiendo la mía al suelo y moviendo la cabeza de modo que el pelo, ahora ya libre de ataduras, me tapase la cara, encendida como si la quemasen las llamas de un fuego. 
Bailaba tan desastrosamente mal pero tan convencido de que era un excelente bailarín que casi comenzaba a causarme gracia. 
De pronto me soltó una de las manos y con la otra levantó la mía para obligarme a girar una vuelta completa. Reconozco que lo hice con mi mejor estilo. Entonces volvió a acercarse a mí,  me susurró al oído:
-Bailas como una diosa.
Iba a decirlo cómo bailaba él pero no quise ofenderlo y me limité a responderle con una de mis habituales sonrisas. En esta ocasión a causa de lo que estaba pensando sobre su estilo de bailar.
Él, ajeno a lo que yo pensase, apoyó sus manos en mis caderas y, tras un breve balanceo, me las introdujo bajo la camiseta. Al sentirlas ciñéndome la cintura, yo se las aferré con todas mis energías.
-¿Qué haces?- le dije.
-No ves a Miqui. Creo que hace tiempo que debías de habértela quitado.
-Pero es que no quiero.
Sus manos no solo no desistían de tocarme sino que pretendían seguir ascendiendo. Tan fuertes y presionando mi cálida piel, incluso me provocaron un ligero escalofrío.
-Estarás mucho más guapa y no pasarás tanto calor -insistió.
-Ya no tengo calor.
-No me mientas -dijo, tirando de mi camiseta hacia arriba sin excesiva brusquedad pero sin importarle mi resistencia. 
Yo continué porfiando para que no me la pudiera sacar.
-Eres un fresco -le dije.
-Lo que pretendo es que tú estés fresca también.
-Muy gracioso.
-Me gusta ser gracioso.


-Pues yo no le veo la gracia.
-Se la verás, no te preocupes.
Sin inmutarse por mis gestos ni por la lucha de mis manos de chiquilla aferradas a sus manos, continuó intentado sacarme la camiseta y de pronto comprendí que lo mejor sería permitirle que me la sacara. Estiré como una tontita sumisa mis brazos hacia arriba y no opuse más resistencia. "Al fin y al cabo qué importancia tiene", pensó mi cabecita loca, o la cabecita estimulada con lo que nos habíamos bebido.
-Eso está mucho mejor ne..., preciosa. No sabes lo divina que estás.
Me avergonzaba pero no sabía qué hacer.
Él no dejaba de mirarme los pechos, sorprendido, o salido.
-Tienes unas piernas muy sexis -siguió diciendo-. pero no sabes cómo me gustan tus tetas. 
Le saqué la lengua.
-Tú lengua también me gusta.
-Eres un cerdo.
-Pronto cambiarás de opinión.
-Seguro.
-Ven -dijo, acercándome a él. Me estrechó entre sus brazos y como si quisiera mostrarse cariñoso conmigo me acarició el pelo y solo cuando lo miré con gesto de sorpresa, descendió hacia la espalda y me besó en la mejilla como si quisiera sorprenderme.
De hecho lo había conseguido. No era eso lo que esperaba y creo que me volvió vulnerable. Aún le dije:
-Oye, no lo vuelvas a hacer, ¿vale?
Él sonrió y apoyó mi cabeza en su pecho, ya sin encontrar mi resistencia. Y entonces me siguió acariciando hasta alcanzarme el culo, volvió a repetir lo mucho que le gustaba y no supe negarme cuando me tomó por la barbilla para darme un pico en los labios. Me entregué a su beso como una boba. Morreamos, me metió la lengua en la boca y mientras lo hacía me acarició con una mano las nalgas que yo le había permitido que acercase cuanto quisiera a su sexo y tampoco le había reprochado que me tocara un segundo antes.
Oh, dios, me estaba dominando. Yo lo odiaba y él estaba haciendo conmigo lo que quería. Puede que influyese lo mayor y fuerte que era y yo una cría ingenua y que me diera un poco de miedo. Nos habían llevado a una casa abandonada en plena noche y allí no iba a encontrar a nadie que me defendiese de él. Aunque en un arrebato de coraje, pensé, igual no necesito que nadie me defienda.
Empezaba a gustarme lo bueno que estaba, lo mucho que me deseaba y cómo, insolente y todo, me estaba poniendo cachonda como pocos tíos lo han conseguido. Qué tiene de malo que me dé un lote con él? Aunque tampoco ignoraba que un tío de su edad igual no se conformaba con darse un lote con un bomboncito como yo y pretendería follarme, eso sí que me daba mucho miedo.
Oh, Pe- volví a pensar, eres una tonta, mejor no pienses y disfruta.
Mientras yo pensaba eso, él había dejado de besarme, me había separado de nuevo el pelo de la cara para que nuestras mejillas volvieran a rozarse y ya no se cortaba en levantarme la mini por detrás y acariciarme bien acariciado con sus manazas, mi culo, que no niego que empezaba a encenderse.
Fue cuando sentí mayor miedo a que me quisiera follar...

CONTINUARÁ.
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