martes, 19 de enero de 2016

 Enlace para acceder a las sexis aventuras de Penélope en PRIMERAS LECCIONES:


      LA FIESTA EN EL CHALÉ DE LOS PADRES DE JAVI.                          
                                     (Resumen de un cap. de  "Primeras lecciones")
                                                                  I
...Me había enamorado de Javi como una tonta.
Además de guapísimo y con un tipazo, me trataba con el cariño que desearía la chica dulce e inocente de dieciocho que era yo. Él me llevaba diez años. Le gustaba seducirme, me hacía regalos, me invitaba a los mejores restaurantes, me presentaba a amigos con quienes salíamos de fiesta y me lo pasaba de maravilla... 
Cuando al final de la noche me acompañaba a mi piso de estudiante o me llevaba a su apartamento le gustaba decirme cosas del estilo:
-¿Le apetece a la niña que le echen un polvo?
-Anda payaso -le decía yo-, ya sabes que sí.
-¿Quién?
-Tú.
-¿No te apetecería que te follara... -y citaba el nombre de alguno de los amigos con quienes habíamos estado.
-Solo tú.
-Mentirosilla -me susurraba al oído mientras me alcanzaba con una de sus manos el culo -solíamos encontrarnos para entonces en el ascensor- y me estrechaba contra él para que supiera que me estaba deseando. Esas bromas nos excitaban a los dos, aunque yo siempre me ponía colorada y solía repetirle lo mucho que lo quería.


A sus padres el dinero les salía por las orejas y él era su niño mimado, por tanto, podía permitirse caprichos que compartíamos. 
El fin de semana que me invitó a la finca que tienen en la sierra, me puse muy contenta, me vestí en plan sexi y cuando me recogió con su deportivo, se le caía la baba. Y conste que no soy una creída.
Ya en el chalé, fueron llegando sus amigas y amigos. En el baile que montamos en la terraza, Marcos, que era su íntimo desde pequeños, de pronto aprovecha la ausencia de Javi para ponerse a bailar delante de mí.
-Bailas muy bien, nena -me dice.
-Solo me muevo con algo de ritmo.
-Yo sí que soy un pato mareado bailando suelto -me responde.
Entonces lleva su mano a mi cintura como si pensara que All my people de Alexandra Stan, que suena a todo volumen, es música adecuada para un baile agarrado.

En un principio me dejo llevar, pero pronto me percato de lo difícil de bailar a ese ritmo y que él lo único que pretende es acercarse y meterme mano.
-Me había dicho Javi que eras una nena preciosa, pero no pude imaginar que estuvieras tan buena como estás.
No sé responderle. Es más bajo que Javi pero musculoso. Imagino que pasa de los treinta. Por eso me avergüenza un poco lo que me dice y me hace y me siento  cohibida. 
Procuro colocar mis codos sobre su pecho, pero no desiste el muy capullo. Me introduce una rodilla entre los muslos con cada uno de sus torpes pasos y pretende que me entere de que me desea.
Incluso me susurra al oído:
-Penélope, bailas de maravilla. Da gusto bailar contigo. 
Una simple excusa para que nuestras mejillas se rocen.
Me pongo colorada, arqueo las piernas y echo el culo hacia atrás bailando como una patosa, pero el muy gamberro no desiste y tan pronto sitúa su mano debajo de la rebequita que me había puesto cuando comenzaba a refrescar la noche, y me acaricia la columna vertebral, como desciende su otra mano hasta alcanzarme el trasero e insistir en presionarme contra él. 
Noto que se le pone dura.
-Si te separas demasiado, nena, pierdo el ritmo -me dice tras lamer como por descuido el lóbulo de mi oreja.
La tonta de mí casi ni me doy cuenta de que le he permitido que mantenga sus manos donde me las pone y que también mi mejilla ha quedado reposando sobre la suya. Quizás me gusta y en un principio no reparo en lo inadecuado de esa actitud. Siempre he sido una chica complaciente y a veces un poco ingenua y eso suele traerme problemas con los chicos con que salgo.
Pero reacciono y le digo:
-Marcos, no me siento cómoda con tu estilo de bailar.
Se detiene sin soltarme y, dirigiéndome una sonrisa de verdadera lujuria, me pregunta:
-¿No estás cómoda?
-No. De veras que no.
El muy cerdo ciñe el brazo que rodea mi cintura con todas sus fuerzas, se me acerca tanto que siento su polla presionando mi sexo. No quiero mostrarme borde pero me veo obligada a decirle:
-Cuando finalice esta canción, lo dejamos. Nosotros no nos entendemos.
-Nos acabaremos entendiendo, nena.
-Y no me gusta que me llames nena.
-Ah, ¿no?, ¿qué es lo que le gusta a la nena?
-Eres un payaso -le digo, sacando valor no sé de dónde, porque me tiembla todo el cuerpo.

Se ríe. Coloca mis codos sobre sus hombros. No podemos quedar más pegados. Comienza entonces a girar de prisa, pero manteniendo muy juntas nuestras caras. Lo veo tan excitado que incluso temo que se corra mientras bailamos ¡Me moriría de vergüenza! Lleva ambos manos al centro de mi espalda para balancearme a su gusto. El corazón me late deprisa. Sólo le falta introducirme esas cochinas manos bajo los pantalones. 
"No voy a darle ideas", pienso. Siento una rabia tremenda hacia él, pero también un poquito hacia mí porque, en contra de mis propósitos, no puedo evitar excitarme con su asquerosa manera de bailar y que me revoloteen mariposas en la zona del pubis. Me siento húmeda. Y caliente ¡Seré imbécil! Él está llegando también a un punto peligroso de excitación. Se lo noto hasta en la manera de respirar, exhalando su cálido aliento en mi cuello. Si no estuviéramos en casa de Javi, llego a pensar que probablemente sería incapaz de evitar que el cerdo de Marcos me acabase follando. Cuando lo pienso me ruborizo.
En uno de los giros en que más pegada me lleva, cuando  acaba de separarme el pelo de la mejilla que roza con la suya y empiezo yo también a sentirme húmeda, veo a Javi sirviéndose cubitos de hielo en una copa de whisky. Me mira como si quisiera devorarme con los ojos.  
 "Tierra, trágame", pienso. Procuro separarme y pedirle a Marcos que me suelte. Ya no soporto su estúpido juego. Cuando voy a decírselo, Javi abandona su vaso y camina hacia nosotros.
Me siguen temblando las piernas y soy incapaz de sostenerle la mirada.
Cuando toca en el hombro a su amigo, me invade una mezcla de alivio y miedo. Luego me toma de la mano y dice, sin más:
-Vamos.
¿Adónde pensaría llevarme?

                                                                      II
Intuyo que Javi se ha enfadado conmigo por la manera de bailar con el estúpido de Marcos. Deseo decirle que ha sido él quien ciñó mi cintura por sorpresa y se puso a manosearme como un cerdo y que iba a soltarlo cuando se nos acercó. Pienso aclararle lo sucedido (sin excusas), pero el corazón me sigue latiendo muy rápido. Tampoco me siento muy segura de mis justificaciones tontas. Comienzan de nuevo los pellizquitos que en ocasiones me incordian el estómago y, ruborizada como un racimo de cerezas, gracias que soy capaz de seguir el ritmo de sus pasos.
Entramos en el dormitorio, se planta ante mí y, sin dirigirme una sola palabra, me besa en los labios con una violencia que, si no hubiera sido por lo culpable que me sentía a causa del baile con Marcos, le hubiera rechazado.
Terminado el beso, más tranquilo aunque sus ojos despiden un fuego que abrasa, extiende una de sus manos hacia mi cuello e introduce el dedo pulgar de  la otra en mi boca para que se lo chupe. Cuando lo saca, le pregunto:
-¿Estás enfadado conmigo?
Él responde:
-Lo estaría si no me pusieras tan caliente con tus coqueterías.
Me limito a sonreír.
-Desnúdate-me ordena.

          Voy a acercarme a la butaca para depositar la rebeca rosa, pero me la arrebata de las manos para arrojarla a una esquina. Yo sigo desnudándome. Cuando me he quitado la camiseta y me he bajado la falda, en cambio, me dice con exigencia:
-Ya vale. Quédate así. Estás preciosa con esa ropa interior.
La verdad es que me había puesto mis bragas más monas, un tanga de encaje blanco que me queda sexi.
Él se había desnudado completamente.
Me ciñe y su cuerpo se funde con el mío. Yo también lo deseo como una loca. Estoy muy caliente. Creo que el descaro y las groserías de Marcos me han excitado como a una conejita en celo ¡Santo Dios!.
Oímos la música que llega desde la terraza de la piscina. Y las risas de los amigos. Nos miramos. Sus bonitos ojos azules me abrasan. Me peina el flequillo utilizando los dedos de sus manos a modo de peine. Y elogia mi carita de ángel, aunque matiza:
-Pero no creas que con esa dulzura vas a ocultarme el veneno que se esconde aquí -y me señala la cabeza.
¿A qué se refiere? Si me conociese bien sabría que no soy capaz de matar un mosquito.
Dice que se excita cuando observa cómo se encienden mis mejillas y lo miro dándole a entender que puede hacer conmigo lo que quiera. Creo que me he puesto más colorada aún.
-Esta noche vas a sentir lo que no has sentido en tu vida.
Guardo silencio. 
-Vas a saber lo que es sentirse llena y saciada como una golosa zorrita -me susurra al oído.
-Javi, cielo, no me gusta la palabra zorrita. 
-Te acabará gustando.
Me introduce el pulgar de nuevo en la boca. Mientras se lo succiono, su otra mano desciende lentamente por mi sien, pómulo y la línea de la mandíbula.


A continuación saca el dedo y con él húmedo me recorre como si pretendiera ungirme descendiendo hasta el ombligo. Suspiro varias veces. Entorno los párpados, concentrada en las dulces sensaciones que me provoca. De nuevo los abro, porque me encanta verlo, tan pícaro, tan guapo, deseándome como no me ha deseado nadie (bueno, puede que exagere).
Presiona. Yo contraigo abdominales y los vuelvo a relajar cuando percibo que su dedo se esconde bajo el ribete de mis braguitas, donde traza una línea horizontal que me estremece. La agitación me alcanza la entrepierna. Mi sexo se muestra incluso más ansioso que yo porque alguien lo acaricie. Sigo suspirando. Me siento muy húmeda. Un dulce cosquilleo me recorre la zona de las ingles. Y creo que también en esa zona me late el corazón.
-Te brillan los ojos.
-Me los iluminas tú, cariño.
-Eres muy romántica, deliciosamente romántica.
Me ruborizo y pretendo acurrucarme contra su hombro pero,  tras rozarme el sexo, sus manos se colocan a ambos lados de mi cara. La atrae hacia la suya y me besa en los labios. Me muero de ganas porque hagamos el amor, pero presiento que desea conducir mi excitación al límite. Le pregunto si me quiere.
-Creo que nunca he querido a ninguna chica como a ti, preciosa -dice y esas palabras me emocionan. Siento los pellizcos a la altura de la boca del estómago y que me derrito.

------

                                                          III
No he oído abrirse la puerta, ni pasos adentrándose en el dormitorio; sin embargo, percibo como si alguien rozara mi espalda.
En un primer momento considero la posibilidad de una rápida caricia de Javi, pero sus manos siguen rodeando mi cuello y las sensaciones percibidas por mí exploran la columna vertebral.
-¿Qué sucede, Javi?
-Nada, cariño.
Él porfía por seguir besándome.
-Alguien me toca. Suéltame, favor.
Los dedos que no veo han ascendido por mis costados provocándome una extraña mezcla de estremecimiento y susto.
-¿No deseas que te siga besando?
-Lo deseo, pero si hay alguien a mis espaldas, dile que no me toque y salga inmediatamente de nuestra habitación.
-Tranquila, Penélope -me dice, mientras me acaricia una mejilla-. Marquitos, aléjate y no la toques.
¡Lo sabía! No podía ser otro que el cerdo de Marcos.
-Si sigue ahí, me visto y me voy.
Vuelve a besarme, me acaricia la nuca y me dice:
-Vamos, cielo, si estás conmigo no tienes nada que temer.

En ese momento, el muy cochino desciende su propia mano a mi cintura para juntarnos y anunciarme lo mucho que me desea.  Me sitúo de puntillas, le rodeo el cuello con mis brazos y le doy uno de mis delicados besos.
-Yo también te deseo, cielo, pero...
-Sólo te pido que confíes en mí.
-Confío en ti, Javi, pero con éste detrás me resulta difícil.
-Sólo quiero pedirte un favor, que me concedas cinco minutos.
-¿Para qué?
-Que durante cinco minutos te entregues sin condiciones. Si luego te sigues sintiendo incómoda, me avisas y lo dejamos.
-Oh, Javi, porfa.
-Dejarte ir, bonita. No voy a imponerte nada que no desees. Si en el breve espacio de tiempo que te pido no toleras algo, me lo dices y paramos.
-No me gusta lo que me parece que pretendéis Marcos y tú.
-¿Te he dado motivos para que desconfíes?
-Hasta ahora no, pero...
-¿Confías?
-No sé, cariño. Si me lo pides tú...

Habla y me acaricia con la astucia de chico listo. Me encuentro muy alterada. Soy débil como un tallo de cereza.
-Sólo quiero que disfrutes, preciosa, que disfrutemos los dos, que nos hagamos felices uno al otro. Estoy seguro de que lo conseguimos si te relajas. ¿De acuerdo?
-Abrázame.
Y me abraza.
-Más fuerte.
-¿Y si se me rompe mi niña preciosa?
-Da igual.                                                             
Imagino que al tiempo que me habla y me adula, debe de pasarle alguna indicación a Marcos, porque percibo las yemas de sus dedos en mi zona lumbar, despacio, como si temiera alterarla.

Contraigo los músculos de la pelvis.
Mientras Javi sigue acariciándome la cara y dándome besos, Marcos me suelta los corchetes del sujetador. Con una dulzura que sólo hubiera imaginado en una chica, me eleva los brazos en el aire para sacármelo, lo deja que caiga y me los vuelve a colocar en torno al cuello de mi chico.
Sus manos alcanzan mis senos con la misma delicadeza. Me acaricia los pezones, que crecen y se ponen duros bajo la ligera presión de las yemas de sus dedos. Luego me los apoya sobre el pecho de Javi y sus caricias se elevan a mis hombros y descienden espalda abajo. Bailan los dos conmigo moviéndome suavemente, a un ritmo mucho más lento que el de la música que aún nos llega desde la zona de la piscina. Sus cuerpos desnudos se rozan con el mío, que se enciende como yesca. Ardo, materialmente. ¡Oh, dios!, mi piel tan blanca debe de haberse puesto roja rojísima.
--------
        
                                  IV
Estoy más concentrada en los movimientos a mi espalda que en los besos de Javi. Aún así me estremezco de gusto.
Cuando sus manos alcanzan mi cintura, se detienen. Juegan con el elástico de mis braguitas y me las van bajando con una lentitud que me derrite aún más de lo muy derretida que ya estoy. No puedo imaginar que sea Marcos quien me desviste con tanta delicadeza. Fantaseo con un jovencísimo chico, tan guapo como Javi, pero más inocente y pequeño, que me adora y sólo desea venerarme.
Apenas separo las piernas para no transmitirle mensajes que aún considero inadecuados, pero a él no le importa demorarse en las rodillas, acariciándome la parte interna de muslos y pantorrillas. Incluso cuando me las saca, lo hace levantando suavemente mis pies. Le gustan. Se los introduce en la boca y me los muerde a breves mordisquitos o me los succiona. Me encanta. Me tenso y abrazo a Javi con más fuerza. Nuestros sexos se envían mensajes que, viendo cómo reaccionan, también deben gustarles mucho.

Unos segundos, sólo él y yo permanecemos en contacto. La tonta de mí me hago ilusiones de que Marcos actúa como fiel servidor de su señorito y se ha limitado a desnudarme y activar las escasas neuronas que permanecían ajenas a la fiesta, para que nos entreguemos uno al otro mientras “nuestro siervo” abandona la habitación.
Recibo los primeros besos de mi chico en los pechos desnudos. Su lengua me lame los pezones que acaba de ponerme duros su amigo, y luego las areolas y el canalillo, por el que asciende, para volver a colocarse ante mis ojos. Sonríe y me dice:
-Penélope, te estás poniendo preciosa.
Siento que me arde la piel de la cara y que los ojos se me humedecen con la emoción. Debe referirse a eso.
En contra de mis suposiciones, las manos de Marquitos regresan, para colarse en una caricia desde la cintura hacia mi vientre. Se deslizan siguiendo el curso de las ingles. Vuelvo a contraerme, debido a las cosquillas, a los niveles de excitación que no encuentran freno. Temo que vaya a tocarme zonas íntimas.
A punto estoy de decirle que se detenga, que doy por terminado el juego. Sin embargo, aguanto unos segundos y compruebo cómo esas trémulas manos se aferran al miembro erecto y duro de Javi y lo manipulan para colocármelo, con algunas dificultades, en la entrepierna.
No sé si pretenden penetrarme, pero parece que todavía no. Sin embargo, lo colocan tan arriba que, aunque se mantiene en horizontal, presiona mi inflamada vulva como si ansiara colarse a través de los deliciosos fluidos que la humedecen. Lo presiono con los muslos. Alguien que ya casi no distingo me susurra:
-Lo estás haciendo muy bien, pequeña.
Y mi vientre y el de Javi se inflaman y palpitan uno contra el otro.


La sensación es deliciosa. Me excito hasta sentirme completamente empapada. Pequeñas descargas eléctricas me recorren, creo que desde mi útero hasta las fibras más sensibles de mi vagina. Me apetece suplicarle que me tome y me posea de una dichosa vez, pero no me atrevo. Ansío sentirlo dentro.  "Oh, Javi, cielo, fóllame de una dichosa vez", pienso y procuro transmitirle con mis tenues movimientos. Marcos saca las manos y se aferra a los glúteos de su amigo. Creo que hasta se los acaricia.
Yo quedo como una loncha de queso en un sándwich. Esa situación en la que ambos se tocan para ceñirse más a mí, me provoca un escalofrío que a la vez resulta abrasador y estimulante.
Los labios que no veo se posan en mi nuca y una lengua juega en las raíces de mi pelo tan corto en esa zona. Marcos es bastante más bajo que Javi. Cuando me pongo de puntillas, incluso más bajo que yo, que para chica soy alta pero no paso del metro setenta y tres. En cambio lo noto duro, muy musculado. Por primera vez su pene roza en mis nalgas y juega como si buscara su espacio. Jadeo. Mi chico me anuncia:
-Penélope, bonita, ya se han cumplido los cinco minutos.
-¿Me quieres, Javi? 
-Te quiero, Pe.
Le suplico que me abrace mientras me aferro a su cuello como una desesperada.
-¿Te apetece que sigamos?
-Bésame, por favor.
Mis pies flotan y mi cuerpo se eleva y se licúa como si fuera a evaporarse. Se dilatan todos los poros de mi piel. Los dos vuelven a moverse sobre mí con lentitud, restregándose por delante y por detrás, aunque ya no se oye la música. Correspondo al beso de Javi con infinidad de besitos en su oreja y su cuello. No me atrevo a mirarle a los ojos. Babeo. Y trago saliva para no seguir babeando.

--------


                                                                  V
Mientras observa mis incontrolables reacciones, Marcos lleva sus manos a mis nalgas. Presiona y afloja para que me mueva, pretendiendo simular un coito con mi chico. Yo acompaño sus movimientos porque me gusta mucho, mucho. Acto seguido acerca su dedo índice, humedecido en una sustancia que imagino vaselina, a la hendidura de mi culito, me separa las nalgas y lo mueve arriba y abajo, con caricias que también resultan muy placenteras. Separo las piernas sin pensarlo. Instintivamente. Y entonces el dedo penetra unos milímetros.
Javi en esos momentos me recorre la columna vertebral. A intervalos presiona mis pechos contra el suyo y explosiona besitos muy suaves en mi pabellón auricular. Luego me chupa el músculo que une cuello y hombro. Me coloco de puntillas como tantas veces y me tenso, juntando de nuevo las piernas.
-Relájate, nena -me susurra Marcos.
Yo procuro relajarme, acariciando los firmes dorsales de mi novio y presionando mi pelvis contra la suya. Siento cómo se separan mis glúteos, me abren y el dedo húmedo no solo hurga en la rajita de mi culo, sino que de golpe se introduce en él. Un chillido sale de mi boca.
-¿Te duele? -me pregunta Javi.
-Un poco -le digo y nos besamos en los labios con exaltada pasión.
Sin embargo, a medida que Marcos lo mueve dentro en suaves círculos, las sensaciones resultan menos dolorosas. Me dilata. Entra y sale como si me estuviera follando. Y descubro terminaciones muy sensibles donde nunca hubiera imaginado. Me aferro más fuerte a la espalda de Javi y le clavo las uñas.
-Así me gusta, Pe. Disfruta.
-¡Oooooh! -exclamo porque no se me ocurren palabras que definan lo que siento.
-Eres una chica lista -me dice Marcos cuando separo de nuevo, ahora decididamente, las piernas- , lo estás haciendo muy bien.
-Abrázame más fuerte, Javi, cariño.
Y él estrecha mi cuerpo como le pido, me besa en los párpados y me piropea con una palabra un poquito grosera pero que en esos momentos de máxima excitación me encanta oírle.
Cuando sale el dedo de Marcos, se me acelera al máximo el corazón porque me asaltan fantasías que me dan un poquito de miedo. Nunca me han penetrado por ese sitio. Me tiemblan piernas y brazos. Una sucesión de besos recorren mi espalda y de pronto  me sorprenden explosionando en el mismo centro de mi irritado culito. "¡Oh, Dios!", pienso, pero todavía no me atrevo a pronunciar una palabra que revele lo cachonda que estoy.
Javi me toma por las corvas de las rodillas y Marcos por las nalgas y me elevan. Durante un segundo pienso resistirme, porque sin el apoyo en el suelo me siento indefensa, frágil, una hoja de papel en medio de una ventolera de aire, pero les permito que procedan a su modo. Me abandono completamente. Es lo que me ha pedido Javi. Y a mí me gusta obedecerle.
-Nena -vuelve a susurrarme Marcos-, ahora sí tienes que relajarte de verdad, si no quieres que te cause daño.

Suspiro. Me separa los glúteos a límites que me llevan a pensar en un posible desgarro. Repite las caricias, pero ahora con la puntita de su miembro, que parece húmeda. Yo intento relajarme pero no puedo. Aguarda a que me penetre Javi por mi excitado coñito para entrarme también él por detrás. Me la mete con toda su fuerza, hasta que su vientre golpea en mis nalgas, que suenan como si recibiera severos cachetes.

-¡Dios mío! -exclamo, ahora ya en voz alta-. Despacio, por favor, más despacio. ¡Oh, Dios!
Me estremezco. Lo que me hace Javi neutraliza las posibles molestias que me causa Marcos. Y para mi sorpresa (y mi suerte) su polla es mucho más pequeña que la de Javi, y la verdad es que no me dilata mucho más que su dedo.
En el fondo me alegra que la tenga tan pequeña.
Primero se alejan y se hunden en mí tan lentos como acabo de suplicarles, al ritmo de un vals, sincronizados como dos jugadores de un mismo equipo. Entra uno a medida que sale el otro. Me sostienen en el aire. Pero, cuando ven que me relajo y me vuelven los jadeos, golpean ambos, como si pretendieran reencontrarse dentro de mí, fuerte, muy fuerte. Y por segundos pienso que voy a volar. Me elevo y desciendo y vuelvo a elevarme. Los golpes de Marcos suenan en mi trasero como si me estuviese azotando. Me enardecen esos sonidos.  Susurro débiles "ay, ay, ay" entre dientes. Imagino que mis nalgas se habrán puesto rojas como tomates, mientras el muy cochino susurra en mi oído:
 -Estás riquísima, preciosa. Eres pura delicia.
Y me golpea más duro aún, contrayendo y concentrando todos sus músculos en esa tarea. Javi también me empala por delante con furia y siento que me atraviesan. Una corriente que me causa emotivas convulsiones recorre mi cuerpo de arriba abajo y de atrás adelante. Creo que me corro por primera vez. Digo, creo, porque a partir de entonces es como si no cesara de correrme. Temo perder el sentido y me ciño con todas mis fuerzas al cuello de quien considero mi amado novio.
-¡Oh, dios, mío!, ¡oh!, ¡oh!
Suspiro y jadeo a intervalos, porque no llega aire suficiente a mis pulmones. No estoy segura de que lo pueda resistir
-Nena, eres un auténtico bombón -insiste Marcos y siento cómo, mientras lo dice, ciñe con fuerza mis muslos, se me acerca cuanto puede y con bruscas sacudidas se corre en mi interior. Me empapa, me convulsiona y consigue que se incremente el éxtasis de mi orgasmo. Nunca imaginé que fuera a gustarme tanto que me entraran por detrás, con el miedo que me daba que me la metieran por ahí, pero me gusta.

-----------

                                                           VI
Arqueo la espalda, estiro los brazos y echo la cabeza hacia atrás de pura dicha. Marcos aprovecha ese estiramiento mío para besarme. Lo intenta en mi boca, pero, como no la alcanza, saca su lengua y me lame por la mejilla hasta la misma comisura. Me encantan sus lametones, pero no me atrevo a corresponderle por miedo a que Javi, que me mira, pueda sentirse celoso.
Me invade una pequeña decepción, pero también alivio, cuando Marquitos sale de mí. Me susurra:
-Nena, déjate ir, que yo te amparo -y se aleja.
Javi me indica que lo obedezca, y yo lo suelto y voy cayendo de espaldas sobre los brazos extendidos de Marcos, que me sostienen desde las nalgas a los hombros. Quedo en posición prácticamente horizontal, ciñendo las caderas de Javi con mis piernas y apoyando mi cabeza a la altura del estómago de Marcos, que ahora sí decide besarme en los labios.
Yo cierro los ojos y entreabro la boca para permitirle que introduzca su lengua como pretende. Incluso se la acaricio con la mía. Nos besamos como si nos quisiéramos mucho (“¡Ay, Marquitos, cielo, lo que te odiaba desde que te conocí!”, se le ocurre pensar a mi cabecita loca, aunque guardo un pícaro silencio).
En esa extraña postura, con la cabeza de su amigo ocultándome, me olvido de Javi. No lo veo, ignoro sus reacciones.  No me importa que otro me bese en su presencia. Es una sensación tan maravillosa... Oh, nunca me lo pude imaginar. Con lo modosita que soy.
Me resultan muy atrevidos los besos de Marcos aunque me encanta que me bese ante las narices de mi chico. Y la tonta de mí comprueba que a él también le gusta o lo excita, porque, mientras nosotros nos besamos con ternura, él golpea contra mi sexo con todas sus fuerzas (que no son pocas). Me parece que incluso su poderoso miembro aún crece dentro de mí más de lo muy crecido que estaba y me llega muy adentro. Me siento plena,  corriéndome sin cesar como una verdadera viciosa, y sostenida ahora por los muslos para no retroceder con sus embestidas, aunque los brazos y el cuerpo de Marcos me siguen sirviendo de sólido apoyo.
"Fóllame hasta que explote, cariño, no dejes de follarme", pienso, pero solo digo, "ay, ay, ooooh, Javi, te quiero".
Y él golpea con más fuerza porque entiende lo que verdaderamente le quiero decir.

-Estás buenísima, Pe- susurra entre dientes. Eres una zorrita encantadora.
Quizás me llame zorrita por dejarme besar por Marcos pero en ese momento no me importa. Entorno los párpados y jadeo. Nunca nadie había resistido tanto tiempo dentro de mí sin correrse. Es un cielo.
La ola que ya me envolvía mi cuerpo es como si ahora me penetrase con cada embestida de mi chico. Las sensaciones cálidas y húmedas me producen una increíble sensación de plenitud. Estallo de lujuria y de deleite hasta en las zonas más insospechadas de mi piel. Preciso moverme y agito la cabeza, liberándome de los besos de Marcos en la boca, aunque me sigue besando en el cuello e incluso en la frente. Me estiro como un hilo de cobre al que le aplican tensores a sus extremos. Es como si me hubieran administrado una droga muy potente. Nunca pude imaginar que iba a comportarme así. Y menos delante de quien considero mi novio, aunque también lo hago convencida de satisfacerlo a él. Chillo. Chillo como una loca.
-¡Oh, Javi, así, cielo, por favor, sigue -me atrevo ya a suplicarle-, sigue, sigue, cariño. ¡Ayyyyy! -estallo -no pares, sigue.
Bruscas convulsiones y un delicado e interminable éxtasis se apoderan de mi cuerpo y llego a la cima de mi interminable orgasmo. 
Cierro los ojos e imagino que si el paraíso existe acabo de entrar en él. Mejor dicho, acaba de penetrar en mí.
Sólo a los cinco segundos alcanza Javi el suyo. Sé que son cinco porque he contado sus embestidas una por una y me sale ese número.
Luego se detiene y jadea como si fuera a ahogarse.

-------

                                                          VII
Vivo la mágica impresión de haber tocado el cielo con la punta de los dedos. Me inunda una plácida sensación de paz. Mi cabeza ha descendido hasta apoyarse en la zona púbica de Marcos. Javi sale de mí y se aleja sin soltarme las piernas para tomarme por los tobillos. Marcos a su vez me agarra por las axilas. Y en esa postura me acercan a la cama y me tienden sobre la colcha. Luego se sientan uno a cada lado como si yo fuese una virgen a la que pretenden adorar y comienzan a acariciarme con extrema dulzura, recorriendo mis piernas, mis costados y mi abdomen, mis pechitos, donde se demoran y los besan. 
Cierro de nuevo los ojos y Javi me pide que los abra.
-Necesito que me mires con esa mirada tan dulce.
Me ruborizo y los abro, pero me cuesta, porque comienza a entrarme sueño. Armándome de valor, les digo:
-No es necesario que sigáis. Me siento muy feliz. Podéis acostaros.
A pesar de mis palabras, continúan con sus caricias, que me alcanzan los hombros, la cara y las raíces del pelo.
-Con este pelo tan corto pareces uno de esos hermosos efebos griegos -dice Javi.
-Pero es una preciosa nena española. La más divina de cuantas hemos conocido.
Sonrío, agradecida con sus piropos, aunque no me gusta esa referencia a las chicas que han conocido. "¿Si fuera una más?"
Marcos me pellizca en la zona del abdomen. Exclama: “¡Uuuy, eres pura delicia!” y besa mi sexo. Me ruborizo. El beso apenas ha traspasado el vello púbico. Junto las piernas, inclino la cabeza hacia adelante y exclamo: “¡Oh, no!”. 
-¿Por qué me besa en ese sitio? -le pregunto a Javi.
-Es su manera de darte las gracias.
-Pero ahí sólo me gusta que me beses tú.
Me pongo mimosa, me abrazo a su pecho y desde esa postura observo a Marcos. Viéndolo me doy cuenta de las verdaderas dimensiones de su pene. Incluso me extraña que me haya proporcionado tanta satisfacción.
Javi, que me observa, me pregunta:
-¿Qué miras?
-¡Oh, nada, nada!
Me sonríe y yo vuelvo a ponerme roja rojísima, pero escondo la cara en su hombro para disimular mi embarazo... ...  ...




SI HAS LLEGADO HASTA AQUÍ SEGURO QUE TE GUSTARÁ SEGUIR LEYENDO LAS "PRIMERAS LECCIONES" DE Penélope. PINCHA EN ESTE ENLACE y sigue leyendo     o     bájate el ebook: