viernes, 26 de mayo de 2017

MIQUI XI


Reconozco que según pasaba el tiempo bailábamos más y más animados. Eddie se me acercaba al ritmo de la música para luego alejarse. O me tomaba de una mano para ayudarme a girar sobre mis propios pies. Cuando quedaba a mis espaldas, se aproximaba hasta rozarme por atrás y yo, con mi estilo de bailarina, vencía mi cabeza para que que la mirada de nuestros ojos se encontrara. 
En uno de esos giros nuestras mejillas quedaron tan juntas que sentí el roce suave de la comisura de sus labios.

No se atrevió a besarme. Sin embargo, me ardía la cara y sentí un vuelo de mariposas en el estómago. Aún así giré media vuelta para que quedásemos bailando frente a frente. Su mirada me recordó la manera que había utilizado para mirarme en el pisci antes de que Miqui me hablara de él y la fiesta. 

 Me gustaba pero no me cabía ninguna duda de que yo le gustaba bastante también.
Las mariposas me seguían revoloteando cuando apoyó ahora sus dos manos en mis caderas, aún lejos uno de la otra. Pero se me fue acercando sin perder el ritmo hasta que percibí que su vientre rozaba en el mío. Hube de contenerme para ahogar un suspiro. 
Se había inclinado para que su nariz se apoyara en la punta de mi nariz. Un mechón de pelo le cayó sobre la frente. Si no resultara cursi diría que me estaba enamorando de aquel chico guapísimo pero tan mayor (ahora me doy cuenta de que siempre me ha gustado salir con chicos mayores que yo, y a veces me pregunto sino tendrá en ello algo que ver que papá le lleve diez años a mamá). Por cierto no quería ni pensar lo que ella diría si se entera de que estoy en un sitio así, bailando con un chico, considerando además que no solo me ve como su niña, sino que piensa que soy una muy inocente. No soy tan inocente, aunque en mis planes de esa noche solo entraba divertirme un poco bailando y gastando bromas, y si me hubiera detenido a pensarlo no parecía el ambiente oportuno para eso solo, mi prima y yo solas con dos tíos adultos, bastante mayores que nosotras y que nos habían llevado a una casa alejada del pueblo donde nos invitaban a beber y bailar. Pero, no sé por qué en aquellos momentos no quise rayarme demasiado con esas cosas. 

Eddie y yo nos aguantamos la mirada aunque estaba temblando por dentro y él estampó un delicioso piquito en mis labios.
Pensé que me iba a abrazar y besarme a conciencia, pero sus pies retrocedieron y ambos recobramos nuestros rítmicos pasos de baile. 
De alguna manera se lo agradecí, aunque puede que también me sintiera un poco decepcionada. Me lo quedé mirando y lo único que se me ocurrió pensar, fue, "mira que está bueno el tío". Ya no solo me parecía guapo, sino un auténtico bombón. Hubiera dado algo por conocer lo que él estaba pensando.

Comenzaba a sentir como si ascendiera muy rápido la temperatura de mi cuerpo. Me sudaban las axilas, la frente y la nuca, por no referirme a otras zonas más íntimas. En esa época llevaba una linda melena que me llegaba por debajo de los hombros. Me peiné utilizando los dedos a modo de peine y tratando de recogerla hacia atrás para que me refrescase el rostro, como si fuese a hacerme una cola. Con ella recogida entre el índice y el pulgar me acerqué a Miqui para preguntarle si tenía una goma elástica.
-¿Cómo dices?
-¡Que si tienes una goma para el pelo!, le chillé porque le música no permitía oírnos.
-No, cariño, nunca utilizo gomas con mi pelo.
-Yo tengo gomas en el coche -dijo entonces Hulk.
-¿Harías el favor de dejarme una? -le dije yo con toda mi inocencia.
-Por supuesto, bonita. Te puedo dejar todas las gomas que necesites. Y si quieres las colocó yo.
-Anda, Pe, sigue bailando ¿No sabes a qué se refiere? -dijo Miqui empujandome hacia mi espacio de baile.
Mientras me alejaba aún oí al estúpido de Hulk comentar:
-¿Tan ingenua es tu prima?
Y una respuesta de ella que no me esperaba:
-Ésta será todo lo mona que quieras pero me da que en la capi solo se dedica a estudiar y ser una niña buena para que sus papás no la riñan. 
Me alejé como si no los hubiera oído, pero sintiendo rabia hacia aquellos dos payasos que, sin duda, pretendían burlarse de mí. 
Estaban fumando y quizás les hiciese efecto. Hulk fumaba un canuto que le había visto liando, aunque cada dos o tres caladas se lo colocaba a Miqui en los labios y ésta inhalaba tragándose el humo, parte del cual exhalaba después de unos segundos hacia el rostro del chico cachas pero hortera con el que estaba bailando, como si fuese una experta fumadora.
Cuando Eddie me preguntó y le conté lo que acababa de decirme su amigo, se rió, me tomó de los brazos y me preguntó:
-De verdad, Penélope ¿no sabes a qué se refiere?
-No -contesté yo como una tonta muy tonta.
-Condones, bonita. Se refería a que lleva condones en el coche.
-Ah, no caía, seré imbécil-. Y noté un intenso rubor subiéndome a las mejillas, por si ya era poco el calor que recorría todo mi cuerpo.
Los miré con desprecio un instante, pero ni se enteraron porque allí seguían haciéndose carantoñas -aunque sería más preciso decir, metiéndose mano- entre volutas de humo.... CONTINUARÁ.


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