jueves, 25 de mayo de 2017

MIQUI X

  ...Acto seguido me tomó de la cintura y entramos a aquella vieja casa en medio del bosque que solo podía imaginarme dedicada a guardar ganado o a labores agrícolas.

  Según entrabas se accedía a una única habitación, bastante grande, con cuatro columnas sosteniendo el techo y dos míseras bombillas que emitían una luz muy pobre. 
   Se habían limitado a ponerle un suelo de baldosas y pintarla de blanco. Los únicos muebles eran una pequeña mesa adosada a una pared, que sostenía un equipo de música, dos bafles y varias botellas de licores, y al lado una nevera que imaginaba llena con más bebida. 
Al fondo de ese espacioso salón colgaban unas inmensas cortinas de terciopelo granate que a primera vista imaginé que ocultaban algún dormitorio y el baño. 
   No había terminado de recorrer con mis ojos de asombro la estancia cuando comenzó a sonar a todo volumen "The Bad Touch", de Bloodhound Gang. La verdad es que el equipo era muy bueno y el volumen no iba a representar ningún problema, pues en algunos quilómetros a la redonda no podíamos molestar a nadie.
   La música siempre ha influido positivamente en mi ánimo y como Eddie se acercaba en ese momento a mí para ofrecerme, además de una amable sonrisa y la mirada penetrante de sus preciosos ojos azules, uno de los cuatro botellines de cerveza que Hulk acababa de abrir con sus propios dientes, mis pies comenzaron a moverse al ritmo de la música. No quiero parecer presumida pero siempre he tenido mucho estilo para bailar. 

Luego los chicos propusieron un brindis, chocamos las botellas y dimos un profundo trago, con lo que parecía que quedaba inaugurada la fiesta.
   Estaba comenzando a darle la razón a Miqui y a no plantearme otro tema que el de pasármelo bien. Además Eddie me gustaba y estaba segura de que iba a ser un buen compañero esa noche. Bailaba casi con tanto ritmo como yo. 
Nos acercábamos, tonteábamos con las miradas y nos volvíamos a alejar impulsados por la música. También Miqui y Hulk habían comenzado a bailar, aunque tras un segundo trago a su cerveza, él sacó una papelina del bolso y vertió parte de un polvillo que, sin duda, era droga, en su botellín. Luego se acercó a Eddie y vertió el resto en la suya. Miré sorprendida cómo las agitaban y bebían.
    "Al menos", pensé, "ha tenido la delicadeza de obviar las nuestras, porque no se lo hubiera permitido y quizás hubiese provocado una discusión". 
No obstante, tras otro profundo trago a sus cervezas, aquellos chicos que en realidad eran hombres bien hombres, nos las ofrecieron para cambiarlas por las que nosotras bebíamos. Miqui aceptó, pero yo me negué, indicándoselo a Eddie con el dedo índice de mi mano derecha.
-Es un gesto de amistad y buen rollo -dijo él acercándose a mi oído y como si se sorprendiera de que no aceptase el intercambio.
-¿Qué le habéis echado? -me atreví a preguntarle.
Nuestras mejillas casi se rozaban porque no había otra manera de entenderse con aquel volumen de música. Apoyó una de sus manos en mi cadera y exclamó con tono sorprendido:
-Oh, es eso. Venga, Penélope, ¿crees que si fuese algo malo íbamos a ser tan tontos de beber?
-Igual vosotros pensáis que no es malo.
-Prueba y verás que no nos convertimos en zombis ni nada parecido -dijo, sonriendo mientras alejaba su rostro para mirarme a los ojos.
-Anda, Pe, no seas aguafiestas -me increpó Miqui.
-Yo no tomo drogas -dije con un poco de mala uva.
-Es cerveza, Penélope -me corrigió Eddie. 
Me gustaba la manera en que acaba de pronunciar mi nombre y el leve contacto de nuestros cuerpos al rozarse mientras me hablaba al oído. 
Aunque seguían atormentándome las dudas, cuando quise darme cuenta ya había logrado arrebatarme, por las buenas, mi botellín y colocar el suyo en mi mano. 
Volvió a chocarlo con el mío como en el momento del brindis y dijo:
-Por la chica más guapa que ilumina esta noche.
Esas bonitas palabras me llegaron al alma y me animaron a acercarlo a los labios. Al principio con algo de precaución, no lo niego, pero al comprobar que solo sabía a cerveza, apuré un buen trago al mismo tiempo que él.
-¿A que te gusta? me preguntó.
Se veía que se esmeraba por agradarme. Y era tan guapo...
-No está mal -le respondí sonriendo, y vacié el resto de la cerveza en mi boca.
Él se ofreció a recogerme el casco vacío, lo llevó a la mesa y a su regreso me tomó de los hombros y estampó un cariñoso beso en mi mejilla.
Puede que me pusiera colorada pero me gustó mucho ese bonito detalle.

Continuamos bailando... 

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