miércoles, 8 de abril de 2015



          Primeras lecciones   -

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En "Primeras lecciones", Penélope,   una joven de dieciocho años, inocente e ingenua,  con carita de ángel,   llega con toda su candidez a la Universidad   donde se encuentra con Marta, una antigua compañera de colegio que la   acercará a mundos y hombres que ayudan a Pe  a descubrir sentimientos,  placeres y emociones después de los cuales no será la misma.




Apasionada e intensa "Primeras lecciones" te ayudará a conectar con la parte más gozosa y divina de la condición femenina y humana,
a disfrutar del erotismo y el sexo con toda la dulzura y la pasión de una chica de dieciocho... 

OTRO BREVE PÁRRAFO DE   "PRIMERAS LECCIONES" para quienes no hayáis leído la novela aún y para que os animéis a leerla.

PENÉLOPE SE REENCUENTRA EN SEPTIEMBRE CON JOSÉ LUIS, SU PROFESOR DE ANTROPOLOGÍA, DESPUÉS DE HABER VIVIDO UN TÓRRIDO ROMANCE CON ÉL A FINALES DE CURSO... 


...Yo le sonrío y lo beso, mientras extiendo la falda sobre los muslos y él reanuda la marcha, para dirigirse lo más veloz que le permite el tráfico a su pequeño apartamento. No me bajan los colores. Estoy muy caliente. En todos los sentidos. Nuestras miradas envían mensajes lujuriosos.

Después del duro verano necesitaba algo así, encontrarme con un hombre tierno y delicado como José Luis. Aunque creo que debido a lo mucho que me desea, se comporta con un ímpetu que lo acerca a una violencia ausente otras veces que lo hicimos, más apasionado, romántico en las palabras pero brusco en los gestos. Maneja mi cuerpo como si se tratara de una muñeca de plástico, volteándome, abriéndome las piernas, entrando en mí como entra el rayo de una tormenta en el mar.

Ya en el pasillo de acceso a las viviendas me toma de la mano y camina deprisa, uno o dos pasos delante de mí. Parece aún más ansioso que yo. Imagino que tampoco habrá mantenido relaciones sexuales con ninguna otra mujer desde la última que mantuvimos nosotros y ese pensamiento me enardece. En cuanto cierra la puerta detrás de nosotros me estrecha contra él. Yo me empino de puntillas y le ciño el cuello. Nos besamos. Y luego jadeando me lleva a la salita y me conduce casi a empellones hasta la pared, donde cuelga una copia de La noche estrellada de van Gogh. Lo desafío. Le bajo la cremallera del pantalón y se lo empujo hacia abajo.

-¿Deseabas verme? -le pregunto.

-Me moría de ganas por tener otra vez el precioso cuerpecito de mi niña entre las manos.
Me apoya con la cabeza a la altura del óleo, me sube la falda y me penetra. Yo lo recibo con el ansia de más de sesenta días sin sexo. Observo que me mira con ojos de codicia inyectados en sangre. Me siento llena y muy feliz. Me enorgullece que me desee con tanta pasión. Sin embargo, tras sólo dos o tres embestidas, se sale, me toma de la cintura y me obliga a girar.

-¿Qué haces? -le pregunto.
-Quiero probar el culito más hermoso y rico de cuantos existen.
Prefería que siguiera haciéndomelo por delante, pero considero que se merece un buen regalo de su alumna preferida, aunque mucho me temo que, por circunstancias obvias, no me va a resultar tan sencillo como con Marcos. Marquitos además se había tomado la molestia de “prepararme”.
-Separa bien separadas las piernas.
Las separo y coloco el culo en pompa, pero desde un principio intuyo que mi agujerito es demasiado pequeño para él. Lo noto muy muy excitado, como si hubiese tomado una potente droga. Cuando algunos minutos después se lo insinúe, me responderá: “Mi única droga eres tú”.
-Tengo un poquito de miedo -le digo mientras me abre con fuerza las nalgas para entrarme por ese sitio. Tenso el cuerpo y a punto estoy de negarme, pero me enardece tanto la pasión con que me desea que obedezco todas y cada una de sus instrucciones.


Cuando me alcanza siento una sensación dolorosa, pero me limito a morderme el labio inferior. Quiero ser una chica valiente.
-Con cuidado, José Luis. Por lo que más quieras te lo pido.
Pero no me escucha. Me toma con las manos de las caderas y me la mete hasta dentro de un solo impulso.
Grito fuerte:
-¡Ay!
Pero no sé si lo ha interpretado como un chillido de placer, porque comienza a golpearme como si en ello le fuera la vida.
-Me duele -le digo.
-Relájate, preciosa.
-No puedo.
-Has adelgazado -me dice, aún ignoro con qué intención.
-Un poquito -le respondo y me obliga a gritar de nuevo-: ¡ay!
-Te habrás pasado el verano follando.
-¿Por qué me dices eso?
-Porque estás muy buena, te gusta mucho follar y eres un poco puta.
-Por favor, Jose -le digo-, me lastimas.
-¿Cuántos chicos te han tirado estas vacaciones?
-No sigas con eso. Sabes que..., ¡ay, ay! -grito, ahora casi llorando porque me golpea a lo bruto y me hace daño de verdad.
Creo que me desgarra. Pero sigue golpeando muy fuerte, sin atender mis quejas. Yo apoyo las manos en la pared y aun así en más de una ocasión golpeo con la frente contra el cuadro de van Gogh.

-¡Me duele mucho! -vuelvo a decirle, ya entre sollozos -Déjame, no quiero seguir.
-Vaya si quieres. Toma, viciosilla -dice con rabia y sale hasta que solo siento la puntita de su polla y luego me golpea de nuevo, metiéndomela hasta el fondo.
Tenso todos mis músculos. No puedo contener las lágrimas y comienzo a llorar pero sin moverme de mi sumisa postura. Él no reduce el ritmo violento de sus penetraciones. Siento como si me clavara un cuchillo.
-Si resistes un poco más, preciosa, seré bueno contigo.
Sigo llorando.

Me golpea a lo bestia una última vez, se corre dentro de mí y solamente entonces se sale. Jadea. Me echa el aliento en la nuca. Apoyando sus manos en mi vientre, me gira, toma mi cara llorosa entre las manos y, mientras me seca las lágrimas, me pregunta:
-Pero ¿qué sucede, cielo?
-¡Eres un bruto! -le digo-. Me has hecho mucho daño. Y me has dicho cosas muy feas.
-Perdona -me dice. Me acaricia las mejillas y luego me estrecha contra su pecho. Hipo y no puedo dejar de llorar.
-¿Por qué me has hecho esto? 
-Me vuelves loco, Pe.
-Pero tú nunca te habías comportado así.
-Perdóname. De veras que lo siento si te he lastimado ¿Te duele aún?
Le respondo que sí. Entonces acerca su mano a mi culito, lo palpa y me dice:
-Sangras.
-¡Dios mío! ¿Ves? -le contesto y vuelvo a hundirme en el llanto.
-Vamos, no te preocupes, cariño. Esto no es nada.
Tiene la mano empapada de sangre y yo estoy muy asustada. Me cuesta un esfuerzo enorme caminar. Entramos en el baño, me quita toda la ropa, se desnuda él también y se sienta y me pide que me tumbe de bruces sobre sus rodillas.

-Pero no llores -casi me ruega acariciándome el pelo.

Primero me lava bien lavada la zona aplicándome directamente agua de la ducha en el culo. Luego me aplica con una gasa una solución que escuece.
-Pica -le digo.
-No te preocupes, cielo, no es nada. Sólo se trata de un pequeño desgarro. La próxima vez tomaremos medidas.
-No pienso dejártelo hacer más veces por ahí.

Se lava su polla, que también tiene restos de sangre, y luego me toma en brazos y me besa. Yo me acurruco. Aún sollozo, hipando como una verdadera mocosa. Pero cuando se dirige al dormitorio, me deposita en la cama, se tumba junto a mí y me acaricia. Entonces dejo de llorar.
-¿Mejor?
Le respondo moviendo en sentido afirmativo la cabeza, porque temo que vuelvan a soltárseme las lágrimas.

A medida que cede el dolor regresa mi intensa excitación sexual y, como él no deja de prodigarme mimos y caricias, vuelvo a sentirme muy viciosa, ávida de que me complazca, lo que en cierta medida es lógico, porque yo no había disfrutado orgasmo alguno, aunque José Luis parecía habérselo pasado divinamente a costa de mi sufrimiento.
-No exageres, Penélope. Ha sido una pequeñísima herida.
-¡Sí, pequeña! Me gustaría que te lo hicieran a ti. No veas cómo duele.

Comienza a besarme desde los labios hasta que alcanza mi sexo. Allí me lame como un perrito. Pienso que me quiere compensar por el daño. Su lengua es lista. Me pone de nuevo a cien y me aleja del intenso dolor en el culo. Le pido que se tumbe encima y me penetre. Siento -por primera vez en mi vida- la necesidad de mostrarme también yo como una chica violenta. Mientras me introduce su orgulloso miembro, lo araño en la espalda, lo insulto y le digo que ahora quiero que golpee con tanta fuerza como antes.
-¿Así? -me pregunta.
-Más.
-¿Más?
-Mucho más-. Y, para que se chinche, le clavo las uñas en las nalgas mientras impulso mis caderas hacia arriba para recibirlo entero. Y para chincharlo y vengarme le digo:
-¿Sabes cuántos chicos me han follado este verano?
Se enardece, se le encienden las mejillas y comienza a empalarme con el ímpetu que me la metía por el culo. pero ahora me gusta, me gusta con delirio. No habla, solo jadea, follándome como un loco, aunque cuando recobra algo de aire me susurra al oído:
-¿Cuántos?, zorrita.
-Ninguno -le respondo-. Por eso te deseaba tanto.
-No te creo, pero es igual.
Sus últimas penetraciones recobran la violencia pero me saben deliciosas. Solo cuando veo que se agota y va a correrse, consigo el primero de mis orgasmos y chillo y chillo, pero ahora de felicidad y placer, clavándole de nuevo las uñas en los glúteos mientras grito y muevo la cabeza hacia los lados como una loca y le pido:
-Aguanta, quiero más.
Ralentiza sus penetraciones, creo que porque teme que no va a poder controlarse. Pero estoy tan cachonda que me es suficiente. Me regala una última y prolongada penetración, da un respingo y chilla él también. Mis arañazos lo han obligado a alcanzarme tan adentro como nunca pude ni imaginar. En ese instante me corro de nuevo y todos los miembros de mi cuerpo se estremecen. Lo ciño con brazos y piernas.
-Me gusta que te comportes como una verdadera putilla -me susurra al oído.
-¿Es eso de verdad lo que piensas que soy?

-No, tú no finges. Eres auténtica...

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