jueves, 1 de junio de 2017

LA FIESTA CON MIQUI
...Quién era la guapa que se atrevía a salir a lo que parecía un auténtico bosque, en una oscurísima noche de verano sin una  estrella en el cielo y sola.


Pero en cuanto salimos le pedí:
-Vale con que te quedes a la puerta. 
-Como guste la señorita -respondió y se quedó unos dos pasos delante de la casa.
Yo caminé por la orilla, mirando cada poco hacia atrás para ver si continuaba en su sitio. Al verme mirar, sonrió. 
-No te muevas -le dije desde la distancia y exhibiendo por mi parte una media sonrisa de ingenua amenaza.
Doblé la primera esquina y, de cara a los pinos que se elevaban por encima de la altura del tejado de la casa, oyendo el sonido de algunos pájaros al moverse entre los árboles y presintiendo a lo lejos las luces del pueblo, me bajé las bragas, me puse en cuclillas y me dispuse a vaciar mi vejiga, que sentía llena a rebosar. Incluso suspiré porque con los nervios y lo que había bebido, es cierto que si espero un minuto más, me meo.  
Estaba experimentando un comprensible alivio. Sin embargo, cuando elevo la mirada y veo a alguien a mi lado, casi se me para el corazón. Creo que incluso se me cortó el chorro. 
-¿Qué haces aquí? -le dije, irritada pero en cierta manera contenta de que fuera él.
-No quería dejarte sola.
-Pero te pedí que te quedaras vigilando desde la puerta.
-Por esta zona hay bichos y animales y no me hubiera perdonado que te atacaran.
-Mentiroso.
-Y no solo ardillas o ratas. También zorros. Y sabes lo que les gustan los conejos.
-No seas grosero, Hulk.
-Te estoy hablando como un padre.
-Eso.
Con sus bromas comenzaba a sentirme más tranquila e incluso fui capaz de lanzar un último y vigoroso chorro con él delante. 
Lo miré y pude comprobar que le excitaba verme meando porque le había crecido considerablemente un paquete que ya se le marcaba lo suyo bajo sus ajustados vaqueros. 
Se había percatado de lo que estaba mirando y aunque aparté la vista como la chiquilla tímida que era entonces, para disimular, me decidí a preguntarle un poco azorada: 
-No tendrás un kleenex.
-No, pero no te preocupes, que ya te limpio yo.
-No necesito que me limpie nadie - le contesté en su mismo estilo de broma mientras ya me subía las bragas y estiraba hacia abajo mi preciosa mini.
-Te has salpicado las sandalias -dijo.
-No importa.
En cambio, de regreso a la casa y para mi propia sorpresa acercó una de sus manos a mi hombro y se lo permití. Aunque se trataba de una cálida noche de verano, saliendo de un ambiente caluroso, sudando como un pollo con tanto baile y sin nada cubriéndome de cintura para arriba, sentía un poquito de frío. Por eso me agradaba cobijarme en su fuerte pecho. Aunque, pensé, "Pe, bonita, estás empezando a encontrarle el punto a este tío".
Entramos abrazados. Más juntos de lo que hubiera permitido o imaginado cinco minutos antes. Creo que incluso mi propia mano se había posado en su cintura. Eso sí, rozando apenas con las yemas de mis dedos su piel, porque me seguía provocando bastante rubor tocarlo...



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