jueves, 8 de junio de 2017

LA FIESTA CON MIQUI XXII

...Opté por permanecer quietecita, boca abajo. Todo lo que me había hecho me resultaba una  maravilla y eso jugaba a favor de permitirle que siguiera haciendo conmigo lo que quisiera.
Cuando terminó de atar mis manos a la espalda, recorrió con las suyas mis costados. Luego me acarició dulcemente las nalgas y me separó las piernas muy despacio. Y yo me estremecí. 

No estará mal que diga que tengo unas piernas largas, muy bonitas.

-Es una delicia acariciar esta piel -comentó.
Me mordí los labios y casi me alegré de reposar boca abajo para no sentir vergüenza con la que seguro era su insolente mirada. Y por supuesto con el placer que había sentido con las yemas de sus dedos recorriendo la cara interna de mis delicados muslos, blancos como la nieve y muy finos, sí.

Soltó el broche de la mini que aún vestía, bajó la cremallera y me la quitó. Me gustaba su modo de desnudarme. 
Quería sentir sus manos en mi piel desnuda. A veces cerraba los ojos. Otras, ladeaba la cabeza intentando mirarlo. 
Al colocar sus dedos bajo la cinturilla de mis deportivas braguitas, comentó:
-Tengo unos slips igual que éstas. Pero en gris. Tendré que comprarme unos rosas para que combinen.
-¿Con qué tienen que combinar? -le pregunté juguetona.
-Con tus hermosas bragas.
-Y ¿quién te ha dicho que vas a tener ocasión de combinarlos?
-Nena, escucha lo que te digo, voy a follarte ahora mismo por primera vez, pero ni sueñes que va a ser la última vez que te follo.
-Uuuuuy, muy creído me parece a mí que eres -le dije, un poco avergonzada pero mu excitadita.
-Después de que pruebes esta polla -comentó, apoyando la punta en una de mis nalgas-, no va a haber cosa en el mundo que desees tanto como recibirla en tu tiernecito coño.
-Ya veo que sí que eres un auténtico creído -le seguí comentando, siguiendo el tono de broma-. Y estarías guapísimo con unos calzoncillos rosa.

El corazón me latía muy deprisa. Pero hablar en ese tono de broma disminuía la tensión que sentía ante la expectativa de echar un polvo con aquel tío que hasta unos minutos antes me daba miedo. Y que, de algún modo, me lo seguía dando, tan grande, tan chulo, mucho mayor que yo y con la insolencia con que me manejaba.

Por otro lado, no se la había visto aún, pero intuía que debía ser también muy grande.

Mientras me decía cochinadas, comenzó a bajarme las braguitas. Intencionadamente despacio. Toqueteando mis nalgas con las yemas de sus dedos, diciéndome, "eres una delicia, nena". Acercándolos hacia dónde yo estaba más húmeda, pero sin ir más allá, como queriendo provocarme. Yo elevé el culete para colaborar y luego él me las siguió bajando con lentas caricias desde la cara interna de mis muslos a las corvas de mis rodillas, que también elevé para ayudarle. Y por último en los pies. 


Me abrió las piernas un poquito más y se colocó en medio. Notaba cómo mi sexo se humedecía y seguía creciendo sin que yo pudiese hacer nada por evitarlo. "¡Dios, mío!", pensé, "debo de tenerlo en carne viva". Me sentía expuesta. A su merced.
-Eres una chiquilla preciosa -comentó- y tan obediente, que me encantas.
No pude responderle.
-Me gustáis las nenas tan dulces como tú.
Sonreí. También él me gustaba mucho. La verdad es que aunque bruto estaba muy bueno, musculoso, con su gesto insolente y dominador. ¡Oh!, me encantaba entregarme a un tío así. No solo estar entre sus manos sino saber que me deseaba tanto y me iba a follar como un auténtico semental. Estaba segura. Yo, casi una nena inocente con aquel tío. ¡Dios!, si mis amigas se enteran no se lo creen, pero se mueren de envidia.

El encontrarme indefensa con las manos me inquietaba, pero estaba incrementando mi excitación al no saber los pasos que Hulk iba a seguir conmigo, "su preciosa yogurina", como ya me había llamado varias veces desde que nos alejamos de Eddie y Miqui. 
Cerré los ojos y procuré concentrarme en el gozo que me estaba provocando. Acercó sus labios a mi trasero y estampó varios besos en el centro mismo de la rajita. 
Eso me obligó a contraerme, morder de nuevo los labios y deleitarme en la postura en que me había situado. 
Cuando terminó de besarme en ese sitio, me acarició el culo y me estampó un par de azotes.
-¡Ay! -dije. Pero no me había hecho daño porque eran golpecitos muy suaves. Creo que chillé por la sorpresa, o puede que por coquetear. 
-¿Te gusta que te peguen?
-Oh, no -le respondí- cómo va a gustarme.
-Parecía que te gustaba.
-Bueno, si son azotes tan suaves como los que me acabas de dar, sí me gusta.
Entonces me pellizcó.
-Oye, bruto, que los pellizcos duelen.
Ahora sí me dio un azote fuerte fuerte, que debió ponerme el culo rojo.
-No seas bestia, Hulk, porfa.
-Me gusta golpear este culo tan divino. Así te lo preparo.
-¿Para qué?
-¿Quieres saberlo, nena? Pues no te preocupes que pronto lo vas a saber. 
-Eres un poco bruto, ¿sabes?
-Las zorritas como tú necesitáis mano dura.
-No me gusta que me llames zorrita.
-Lo considero un piropo. No te preocupes, tengo la mejor opinión de ti.

Para compensarme, colocó dos de sus dedos sobre mi vulva, que no paraba de engordar, y me la acarició, introduciéndolos un poco en mi vagina, que sonaba con un chasqueo húmedo según los llevaba más adentro y los volvía a sacar.
Se me escapó un suspiro. Acababa de detenerse en mi clítoris y me lo estaba masajeando como nunca nadie había hecho a mis dieciséis. Me daba mucho gusto. Contraía los músculos de las piernas. Las estiraba y él, orgulloso de hacerme gozar, descubrió en un segundo lo que entonces no sabía que era mi punto G y me obligó a dar un grito que me asustó a mí misma.
-Chilla, preciosa. Me gusta como suenan tus chillidos.
Continué retorciéndome de placer. Y chillando. Entonces noté cómo sus manos se alejaban de mi sexo para separarme bien separadas las piernas. Volvió a acercar la boca a mi coño y con su lengua me lo lamió. "Oh, qué gusto". Yo respiraba a bocanadas, como si me faltase aire. Sabía lo que iba a suceder y lo deseaba tanto tanto...

"¡ Dios!", exclamé para mí misma, cómo este cabronazo puede saber lo que me vuelve loca. 

Cuando noté la punta de su polla en mi entrepierna me encogí. 
Hulk, que sabía lo que debía hacerse con una cría ingenua como yo, me pidió que me relajara, apoyó las palmas de sus manos en la zona alta e interior de mis muslos para abrirme bien y, sin dejar de sonreírme pero con ternura, me la fue introduciendo.
"Oh, santo cielo", pensé, "va a romperme".
Me gustaba mucho cómo me la estaba metiendo, pero debía de ser tan gorda que tensaba al límite las paredes de mi vagina y eso que estaba excitadísima como una zorra y muy bien lubricada.
Cuando me habría metido la mitad, tuve que pedirle que se detuviera porque no soportaba tanta tensión. Creí que me iba a rasgar.
Me miró con gesto orgulloso y me preguntó:
-¿Así?
Yo le respondí afirmativamente moviendo la cabeza.
-Sabía que te iba a gustar, nena, pero no estés nerviosa. Va a entrarte muy bien. Verás cómo gozas.
Me mordí los labios. Él la llevó entonces un poquito hacia atrás pero acto seguido avanzó otra vez dentro de mí. Rápido, rápido. Como si tuviera prisa por llegarme al fondo.
-¡Ay! -chillé-. Ahora sí con verdadero dolor aunque deseándolo como una loca porque también me daba mucho placer.
En su segunda acometida y posteriores ya solo me daba un gusto inmenso. Sin duda, ese tío sabía lo que es follar bien follada a una yogurina como yo. "¿Cuántas se habría tirado?", me pregunté. Solo quería que me lo hiciese a mí.

Procuré elevar el culete, pero apenas pude porque con su enorme peso y la fuerza con que me estaba penetrando apenas me permitía elevarme un centímetro del suelo.
-Ya no duele, ¿verdad nena? -me preguntó mientras seguía follándome a toda máquina.
Yo no quise o no pude responderle, pero por la manera en que lo estaba recibiendo y mis placenteros gemidos, tuvo que enterarse de que no solo ya no me dolía sino que empezaba a sentirme en la gloria.
Pero, como si quisiera probarme, comenzó a empalarme aún con más fuerza y repitió:
-¿Duele?, preciosa.
Y entonces moví la cabeza hacia los lados para que supiera que no, que me encantaba cómo lo estaba haciendo.
-¿Por qué no hablas?- me dijo.
-No puedo- le respondí, y no volvió a dirigirme preguntas mientras me estaba follando, aunque me llamaba su yogurina, zorrita y cosas así que imagino lo excitaban.
Incluso cuando me la metía hasta el fondo y la notaba tan grande que parecía que llenaba todo el interior de mi flaco cuerpecito adolescente me sentía plena de felicidad.
Él no se cansaba de entrar en mí, golpeándome en todas las fibras sensibles de mi cuerpo con ímpetu pero a la vez con algo que me pareció cariño, porque me sentía muy unida a él.
Me hubiera gustado besarlo en los labios, pero por la postura que manteníamos follando, no podía. Lo que hice fue lo que nunca pensé que me atrevería. Abrí los ojos, lo miré y le sonreí, para darle las gracias.
Lo entendió. No pensaba que pudiera sentirse tanto placer. Recordé lo que me había dicho en plan chuleta, de que después de follarme no iba a desear nada tanto como aquello y empezaba a darle la razón. No quería que acabara nunca. Aunque a la vez dudaba que pudiera sentir tantas oleadas de placer sin desmayarme.

"Ooooooh!", suspiré hondamente.
La dicha no solo se concentraba en mi coño -como a él le gustaba llamarlo- sino que se extendía desde la punta de los dedos de mis pies hasta el último pelo de mi cabeza.
A mí, la chiquilla inocente que solo pensaba acudir a una fiesta con mi prima Miqui y, que ni en sueños hubiera imaginado que me iba a acostar con Hulk, me estaban entrando ganas de estrecharlo tan fuerte entre mis brazos que no pudiéramos separarnos nunca, nunca. Hubiera dado todo lo que tenía por un polvo como el que estaba recibiendo.
Lo notó.
-Eres muy golosa, nena -dijo-. Y yo volví a sonreírle.
No le costó mucho proporcionarme el primer orgasmo, que me obligó a temblar como un junco. Cerré los ojos para concentrarme en cómo gozaba y elevé cuanto pude la pelvis para sentirlo muy cerca de mí, a lo que él contribuía sosteniéndome por las nalgas con sus poderosas manos, pero mientras yo me corría en convulsiones que debían parecer de loca, él aceleraba el ritmo de sus penetraciones, gozando también mucho conmigo, que lo único que deseaba era que aquello no terminase nunca.

Lo que no imaginé es que pudiera aguantarse tanto tiempo como él estaba aguantando y eso me enorgullecía. Las veces que lo había hecho con otros chicos no tenían nada que ver con aquello. Por eso me propuse gozar cuanto pudiese, convencida de que nunca más volvería a gozar tanto.
Me retorcía, me ahogaba pero quería que siguiera y siguiera. Incluso que se tumbase sobre mí con lo flaquita que era y él con un cuerpo que pesaría cerca de cien quilos.
-Oh, nena, te voy a llenar hasta que te salga por la boca- dijo, casi jadeando.
-Abrázame -le pedí.
Y sin apoyarse completamente en mi cuerpo, se acercó, rodeó mi cuello con sus brazos y me besó en la boca con pasión mientras aún seguía moviéndose dentro de mí y yo le rodeaba la cintura con mis brazos para que supiera cuánto lo deseaba y seguía corriéndome y corriéndome, empapada como una esponja en el baño...  Y entonces también él se corrió dentro de mí. Tan fuerte que sentí cómo su semen golpeaba en el fondo de mi útero...


LA FIESTA CON MIQUI XXI


Al pasar entre los pliegues de la cortina comprobé que en el espacio al que accedíamos solo había dos colchones tirados en el suelo y a la cabecera una especie de espalderas de gimnasio con cintas de tela y cuero que colgaban de los listones horizontales.

Me pareció un sitio perturbador, pero con lo cachonda que Hulk había logrado ponerme no quise plantearle pegas. Es más, mientras pasábamos entre las cortinas acerqué mis labios a su mejilla provocando que me diera otro apasionado beso, sin detenerse siquiera. Yo entonces me colgué de su cuello y lo besé también apasionadamente.
Imagino que no se lo esperaba pero es que para entonces ya había aceptado que estaba muy bueno y que me ponía un montón.
Nadie que me conociese imaginaría que iba a enrollarme con un tío mayor y macarra como Hulk. Pero cualquiera que me conociese mejor sabría que ese tío despertaba en mí sensaciones que ningún otro chico ni hombre había despertado jamás  y estaba dispuesta a aprovecharlo.
Él apoyó sus manos en mi culo y yo me puse de puntillas para que pudiera pegarme bien pegada a él. Noté que lo había puesto muy cachondo y eso también me gustaba.
Tampoco protesté cuando me acercó al borde de uno de los colchones y tomándome por los hombros me ayudó a tenderme. 
-Quiero que te acuestes boca abajo- me dijo.
Yo lo obedecí.
-Y que te relajes, como si estuvieras en la piscina.
-Vale- le dije.
Imagino que parecía la zorrilla que unos segundos antes yo misma había considerado a Miqui, porque me miraba con los ojos enrojecidos, una mirada de auténtica lujuria.
Me palmeó el culo y volvió a incorporarse desde la postura que debió adoptar para acostarme, murmurando entre dientes algo parecido a, "pero qué buena estás, nena".

Acto seguido percibí cómo acababa de desnudarse completamente mientras yo buscaba acomodo sin aplastarme la nariz y permanecía tendida, temblando de ansiedad por lo que presentía y ni en mis sueños más locos hubiera imaginado.
Al terminar de desnudarse, se colocó de rodillas rodeando mis piernas. 
-Te noto tensa, nena.
-No, Hulk.
Me dio un azote suave y dijo:
-Pues quiero que te relajes más.
Me volvían a revolotear las mariposas en el estómago. Cómo quería que me relajase. Y para qué. Seré tonta. Muy pronto iba a saberlo. La tenía tan grande que no quería hacerme daño y para eso me necesitaba bien abierta.
Oíamos la música. 
Lo curioso es que al vernos allí solos los dos, volví a sentirme nerviosa. Seguía desconociendo las intenciones de Hulk. No la intención principal, claro. Me refiero a otras intenciones en un tío como él. 

A pesar de las cosas bonitas que habíamos compartido y de lo excitada que había conseguido ponerme, no me olvidaba de que era un tipo mayor, con fama de canalla, y que muy probablemente desde antes de que Miqui me informase de la invitación de Eddie a esa fiesta, se había propuesto acabar acostándose conmigo esa noche. Y yo era una simple yogurina de 16, sin apenas experiencias con chicos. Menos con tíos como Hulk. Aunque también reconozco que a cada minuto que pasaba me caía mejor y ya no solo consideraba que estaba muy bueno, sino que incluso había llegado a parecerme guapo de veras.
Recorrió mi espalda con las yemas de sus dedos, como si fuera a darme un masaje, y cuando llegó a los hombros me los presionó. .
Luego tomó mis manos y me las colocó a la altura de la zona lumbar.
Entonces sí le pregunté, un poquito nerviosa:
-¿Qué haces, Hulk?
No respondió.
Había retirado una cinta de los listones de la espaldera.
-¿Piensas atarme? -le volví a preguntar cuando ya el suave tacto de una tela oscura ceñía mis muñecas.
-Oye -le advertí- prefiero que no me ates.
-Cambiarás de opinión -dijo secamente. Y continuó trenzando varios nudos que inmovilizaban mis manos... CONTINUARÁ



miércoles, 7 de junio de 2017

LA FIESTA CON MIQUI XX


Cuando finalizamos nuestro apasionado morreo, sacó su mano de debajo de la preciosa mini que vestía y la llevó a la zona alta de mi espalda para estrecharme contra su pecho. Suspiré. Me lo estaba pasando de cine. Muy, muy bien. Como no puede una imaginarse.  


Y menos hubiera imaginado quién iba a ser el sinvergüenza que me regalaría tanta dicha esa noche. 
Cuando paramos un momento de besarnos, acerqué mi mejilla a la suya y le estampé en ella un cariñoso beso, al que correspondió con lametones en mi cuello y susurrándome al oído, la chica encantadora que era.
-Penélope, nena, eres un encanto -fue lo que dijo y por primera vez en la noche me gustaba el sonido de la palabra, nena. Y siguió diciendo:- No sabes las ganas que tengo de...
-Pssssss -le dije yo, colocándole mi dedo índice sobre los labios.
Correspondió a mi sonrisa apretándome tan fuerte que consiguió elevarme en el aire mientras giraba  con mi cuerpo volando como el de una bailarina de ballet. 
-¿Sabes una cosa? Me caías fatal y nunca me hubiera imaginado contigo pero ahora tengo que reconocer que me gustas.
-Eso está muy bien, nena, tú también me gustas un montón.
-Las chicas siempre decían que estás muy bueno, pero yo solía contestarles que había oído que eras.... bueno, no lo digo.
-Lo puedes decir.
-¿no te parece mal que diga cabrón?

Me palmeó en el culo y me besó en la frente y por encima de su hombro pude fijarme en lo que estaban haciendo Eddie y Miqui y lo único que se me ocurrió pensar fue, "Dios mío, si no les importa echar un polvo sabiendo que los estoy mirando". Como si lo que hacíamos Hulk y yo fuera una inocente escena de enamorados.
Un nuevo suspiro recorrió mi garganta. Pero no creo que me oyera nadie porque los chillidos escandalosos de la prima con cada penetración de Eddie silenciaban todo lo demás. Casi hasta la música. Y eso que continuaba sonando a tope. 
No podía seguir soportando lo que veía (quería pensar que era eso lo que ya no soportaba, la muy tontita). Entorné de nuevo los párpados y le susurré al oído a Hulk:
-Oye, prefiero que nos vayamos de aquí.
-Eso mismo estaba pensando yo -me contestó. 
-¿Has visto? -le pregunté convencida la ingenua de mí que quizás como bailaba de espaldas a ellos no se había enterado de lo que hacían.
-Déjalos que se diviertan. Tu prima es una viciosilla de primera.
-Vaya, mi prima. ¿Y de Eddie no dices nada?
-Bueno, los franceses también tienen fama de viciosos.
-Es que me pareces tú un poquito machista.
-Si te refieres a muy macho, lo soy.
-Anda, no seas tan presumido -le dije mientras le pellizcaba la cintura con gesto coqueto.
Detuvo el movimiento de sus pies y, como si levantara una pluma, me cargó en sus fuertes brazos  y empezó a caminar.
Sorprendida, me colgué de su cuello como cuando bailábamos.
-¿Adónde me llevas? -le pregunté. Me parece que con la voz un poco mimosa que me sale cuando estoy excitada.
-No querrás que volvamos a la calle.
-Oh, no, ahora no es necesario.
-Creo que estás muy caliente.
-Si lo estoy es porque me has puesto tú, ¿sabes?.
-Por eso tengo que satisfacerte.
-¿A qué te refieres?
-No te lo imaginas?, nena. Ya te dije que te iba a echar el polvo de tu vida.


Sonreímos. Uno de sus brazos me ceñía la espalda y el otro lo notaba firme bajo mis muslos. Volvía a latirme rápido rápido el corazón. 
-Oye, Hulk, ¿sabes una cosa?
-¿Qué? bonita.
-Me da un poquito de miedo hacerlo contigo.
-No tienes nada que temer. No voy a pegarte. 
-Imagino. Pero nunca he estado con un tío tan mayor y...
-¿Eres virgen? -me preguntó sonriendo, seguro de conocer la respuesta.
-No es eso, pero...
-Lo único que voy a hacer es darte mucho placer
-Prométeme que no me vas a hacer daño.
El muy cabrito sonrió, me dio un beso en los labios y luego dijo:
-Seguro que nunca te han hecho tan feliz. Tú déjate llevar.
.... CONTINUARÁ.

martes, 6 de junio de 2017

LA FIESTA DE MIQUI XIX

"Oh, Dios", no me había dado cuenta que en esos momentos la canción que sonaba era "Je t'aime... mi non plus" de Jane Birkin y Serge Gainsbourg, hasta que comencé a oír los gozosos jadeos de la chica y su voz aguda susurrando, "je t'aime, je t'aime..., oh, mon amour"
Presenciando la incómoda escena que Miqui y Eddie nos ofrecían, follando como dos auténticos perros en medio de la calle, experimenté la misma sensación que si un rayo caído del cielo me recorriera de la cabeza a los pies, aunque a la vez me sentía húmeda y caliente. Quería mirar y no mirar. Pero miraba.


Recuerdo que coincidiendo con una de las embestidas de Eddie a la que Miqui respondió echando su cabeza hacia atrás y lanzando un nuevo chillido que apenas pude oír a causa de la música, estreché mi abrazo en torno al cuello de Hulk, me puse yo de puntillas aunque con tacones era casi tan alta como él y, tras apartarme el pelo de mi mejilla, la pegué a la suya.  

Debía de tener tan dura la barba que al rozarnos noté que rascaba mi delicadísimo cutis. 
Mamá dice que se me trasparenta la piel. Pero ese roce de nuestras mejillas me gustó. A él también noté que le gustaba. 
La verdad es que estaba muy cachonda y mi excitación seguía elevándose y elevándose. 
"¡Oh, dios!", exclamé, pero sin que nadie me oyera.
En ese momento sentí cómo los labios de Hulk me besaban en el cuello y luego mordisqueaba el lóbulo de mi oreja con sus dientes. Me lo succionaba y mordía y succionaba de nuevo, jugando también con mis pendientes en forma de aro. Yo retiré la cabeza para atrás lo poco que pude. 
Me miró con cara de sorpresa, pero también de vicio. Serio. Sin palabras. Ciñendo mi cintura para que ahí abajo no me separase ni un milímetro y moviendo ligeramente los pies como si continuara bailando conmigo. Luego dijo:
-Eres la chiquilla más preciosa que he visto.
-Eso se lo dirás a todas.
-Puede, pero en el caso tuyo es verdad.
Por primera vez en la noche le sostuve la mirada. Nos miramos los dos. Nuestras miradas se cruzaron con esa sensación de peligro que se cruzan en un callejón oscuro las miradas de dos chicos de bandas rivales. Mientras me sentía penetrada por el negro intenso de sus ojos y me palpitaba el pecho como si me fuese a estallar, llevé mi mano a su nuca y lo atraje hacia mí.
Nuestros labios se encontraron como un perro y su presa en una cacería. Entorné los párpados.  Se notaba que sabía besar, aunque a veces me succionaba y mordía mi carnoso labio inferior como había hecho con el lóbulo de la oreja. Me introdujo la lengua en la boca hasta encontrarse con la mía y acariciármela, y me gustó tanto que me atreví a introducírsela también y acariciarle el velo del paladar. A él se notaba que le había gustado mucho mi gesto y me la aprisionó con los dientes, pero sin hacerme daño.

Percibí, ya excitada como una zorrita, sus fuertes manos presionando mi culito, que elevó hasta colocarme de puntillas y muy pegada a su cuerpo. Sin parar de besarme ni separarse un milímetro de mí, comenzó a girar su pelvis para frotarme su erección. Yo lo seguía lamiendo y besando con verdadera codicia, estrechando mis brazos en torno a su cuello, pegando mi pecho al suyo porque me sentía volando por el más bonito de los cielos y, en contra de mis prevenciones de solo una hora antes, lo deseaba mucho mucho.
-Me estás poniendo muy cachondo, nena -dijo.
Yo no dije nada, pero era eso lo que pretendía.
-Sabes lo que significa, ¿verdad?
Me limité a mirarlo y sonreír.
-No imaginé que a tus añitos fueras tan lista.
-Oye, guapo, que no soy una cría.
-No he dicho eso, nena. Solo que pareces una tía con mucha experiencia.
-Pues sabrás que no lo he hecho con nadie.
-No me lo creo, pero me gusta. Me encanta desvirgar virgencitas.
Me ruboricé, aunque creo que se dio cuenta de que no le decía la verdad.
Luego coló una de sus manos bajo mi falda, me acarició con caricias muy suaves y de pronto convirtió la parte trasera de mis deportivas bragas de Calvin Klein en un fino hilo de la que tiraba hacia arriba introduciéndomelo en la rajita del culo a la vez que la delicada banda de algodón de la entrepierna presionaba mi sexo. Noté que me crecía. Se me ponía tan gordo como una chica glotona que acaba de comerse una docena de pasteles. 
Mis manos, mis trémulas manos, le acariciaron la nuca por debajo del pelo. 
-Estás empapada, pequeña -susurró en mi oído.
-Acaríciame -le pedí, sin atreverme a mirarle, pero con un coraje que no me suponía.


Era verdad que estaba como una esponja en pleno baño pero el muy cabrito consiguió humedecerme todavía más. 
Me acarició con uno de sus dedos, me lo introdujo y creo que me corrí. Entonces  separé un poquito las piernas y volví a besarlo y mientras lo besaba con pasión y muy pegada a él para sentir su miembro contra mi vientre y para que siguiera acariciándome donde tanto me gustaba, noté verdaderas convulsiones dentro de mí . Creo que él también las notó y puede que me considerase una cría pero, sin duda, le gustaba mucho y entonces ya estaba plenamente convencida de que esa noche íbamos a follar... CONTINUARÁ.

viernes, 2 de junio de 2017

LA FIESTA DE MIQUI XVIII

...Al acercarnos a la puerta, me apoyó la palma de la mano en la espalda para que pasara delante y luego me dio un pequeño azote.
-Oye, no seas fresco. 
Sobre la mesa había cuatro cervezas abiertas. Hulk tomó dos y me acercó la mía.
-Ahora, ya tendrás sitio para otra -comentó.


-Eso espero -le dije. Aunque no creas, soy una chica muy meona.
-No te preocupes, me encanta ver mear a las chicas.
-Ya me había dado cuenta 

Sonreímos los dos y apuramos a la vez un profundo trago. No pensaba que Eddie y menos Miqui se hubieran atrevido a ponernos ningún tipo de sustancias en aquellas cervezas, aunque algunos minutos después me entraron serias dudas porque siendo una chica apasionada y que se excita con facilidad también soy tímida y acabaría aquella noche comportándome como una descarada tipo Miqui y más salida que una zorrita en celo. Y esa conducta solo podía deberse a los efectos de un poderoso estimulante.
Sin embargo, lo que más me sorprendió al entrar, no fueron las cervezas ni haberme atrevido a permitir que Hulk me tomase por el hombro, sino ver a Eddie y a Miqui.

La música que sonaba en ese momento era una música lenta, ideal para bailar agarrados, pero ellos dos ya no bailaban. Miqui se había colgado al cuello de él y se comían las bocas con verdadera ansia. Además ella no solo se había quitado el sujetador, sino que el trapito negro que observé sobre la mesa, sin duda era su tanga. Solo mantenía puesta su minúscula mini del mismo color.
Hulk, sin preocuparse de lo que estaban haciendo, apoyó sus dos manos en mi cintura con intención de iniciar un baile conmigo. Solo unos minutos antes se lo hubiera negado. Me seguía pareciendo un macarra y un tipo de poco fiar. Pero apoyé las mías en sus hombros y seguí su ritmo, no oponiendo ninguna resistencia cuando acercó tanto su cuerpo al mío que sentí algo que hoy no sabría explicar. 

Creo que me excitaba la manera de besarse y meterse mano Miqui y Eddie. 
Puede que también sintiera celos porque había dado por supuesto que el guapo chico francés sería mi pareja esa noche y Miqui me la estaba jugando. E imagino que influía lo que habíamos bebido. Pero me estaba poniendo muy muy cachonda. 
Hulk, agarrados bailaba mucho mejor. Y eso que me percaté de que procuraba no moverse apenas, si exceptuamos sus manos, que me recorrían la espalda y la columna vertebral arriba y abajo y solo se detenían para acariciarme la nuca o presionar mis nalgas de modo que sintiera su poderosa erección, pero manteniéndome de cara a aquellos dos tortolitos. Seguro que pretendía que me excitase la descarada manera en que mi prima y el francés se metían mano.

-¿Te gusta mirar? -me preguntó por sorpresa.

-¿Por qué lo dices?
-No te hagas la tonta. Imagino que te pone ver a esos dos.
-Ni los miro.
-No me mientas. Yo noto cuando una tía se está poniendo cachonda y tú lo estás.
-Oye, no seas cerdo.
Se apartó para mirarme, sonrió y luego me besó en la boca.
Ni tiempo me dio a negarme. Mientras me besaba seguía acariciándome el culito y pegándome a él, incluso por debajo de la mini, como ya había hecho una vez el muy cara dura. Notaba su mano fría encendiendo mi carne. Como incluso desde atrás se atrevió a rodearme hasta alcanzar con la punta de sus dedos mi sexo. Nunca había ni pensado que una pudiera correrse bailando, pero en ese momento yo estaba a punto. Aunque hubiera querido separarme de él no habría podido.
Lo abracé todo lo fuerte que pude deseando que me siguiese acariciando hasta conseguir mi éxtasis, pero entonces el muy cabrito se apartó, como si supiera lo que estaba pasando y pretendiera mantenerme en la excitación.
Incluso me atreví a decirle:
-¿Por qué te separas?
Sonrió de nuevo y acariciándome la cabeza dijo:
-Pronto lo sabrás. 

Yo miraba con disimulo. Y vi cómo Eddie acercaba a Miqui a la mesa, le apoyaba el culo en el borde y le subía la falda lo poco que era posible mientras ella le soltaba el cinto y le bajaba los pantalones y luego el slip. 
"No pensarán hacerlo con nosotros aquí delante", pensé. Pero ellos ni nos miraban, enfrascados en sus asuntos. 


Sin pensárselo dos veces, Miqui rodeó con sus piernas la cintura de Eddie mientras entrelazaba los dedos de sus manos en torno al cuello de él que, ya con los pantalones en los tobillos y empalmado, se le acercó para penetrarla tan fuerte que la obligó a chillar. Vamos, que quien había pretendido pasar por mi ligue esa noche tenía verdaderas ganas de follarse a mi prima. Y se la estaba follando ante mis narices.
Eso sí que me asustaba ahora, porque a pesar de lo caliente que estaba seguía negándome la posibilidad de echar un polvo con ninguno de aquellos tíos. Eddie me gustaba y me habría agradado mucho bailar con él, darnos un lote, esas cosas de adolescentes que a mí tanto me gustaban. Pero nunca nunca hacer el amor. Y si ahora el chico formal se estaba tirando a mi prima, cómo podría ni en mi más inmensa ingenuidad pensar que Hulk no iba a hacer lo propio conmigo.
"Bueno", me dije, "si me niego, no creo que vaya a forzarme".
Pero ni ese pensamiento me convencía demasiado a mí.
"Son las dos o las tres de la mañana, nos estamos dando un lote de miedo en una casa alejada, yo con un tipo de treinta años y seguro que una experiencia con tías que ni imagino y me hago la ilusión de que va a dejarme ir sin echarme un polvo. No seas tan ingenua, Pe". 
Esos pensamientos me estremecían. Yo solo había accedido a la invitación de Miqui con la idea de pasarlo bien una noche, pero nada que se pareciese a esto. 
Estaba luchando conmigo misma, pero mis fuerzas cada vez eran más débiles, porque Hulk seguía metiéndome mano, sabiendo lo que hay que hacer para calentar a una chica, y a mí, no lo niego, cada minuto que pasaba me gustaba más y era más esclava suya.
"Oh, Pe", fue mi último pensamiento, "lo que tenga que ser será. Me está bien empleado por fiarme de la zorrita de Miqui"...


...

jueves, 1 de junio de 2017

LA FIESTA CON MIQUI
...Quién era la guapa que se atrevía a salir a lo que parecía un auténtico bosque, en una oscurísima noche de verano sin una  estrella en el cielo y sola.


Pero en cuanto salimos le pedí:
-Vale con que te quedes a la puerta. 
-Como guste la señorita -respondió y se quedó unos dos pasos delante de la casa.
Yo caminé por la orilla, mirando cada poco hacia atrás para ver si continuaba en su sitio. Al verme mirar, sonrió. 
-No te muevas -le dije desde la distancia y exhibiendo por mi parte una media sonrisa de ingenua amenaza.
Doblé la primera esquina y, de cara a los pinos que se elevaban por encima de la altura del tejado de la casa, oyendo el sonido de algunos pájaros al moverse entre los árboles y presintiendo a lo lejos las luces del pueblo, me bajé las bragas, me puse en cuclillas y me dispuse a vaciar mi vejiga, que sentía llena a rebosar. Incluso suspiré porque con los nervios y lo que había bebido, es cierto que si espero un minuto más, me meo.  
Estaba experimentando un comprensible alivio. Sin embargo, cuando elevo la mirada y veo a alguien a mi lado, casi se me para el corazón. Creo que incluso se me cortó el chorro. 
-¿Qué haces aquí? -le dije, irritada pero en cierta manera contenta de que fuera él.
-No quería dejarte sola.
-Pero te pedí que te quedaras vigilando desde la puerta.
-Por esta zona hay bichos y animales y no me hubiera perdonado que te atacaran.
-Mentiroso.
-Y no solo ardillas o ratas. También zorros. Y sabes lo que les gustan los conejos.
-No seas grosero, Hulk.
-Te estoy hablando como un padre.
-Eso.
Con sus bromas comenzaba a sentirme más tranquila e incluso fui capaz de lanzar un último y vigoroso chorro con él delante. 
Lo miré y pude comprobar que le excitaba verme meando porque le había crecido considerablemente un paquete que ya se le marcaba lo suyo bajo sus ajustados vaqueros. 
Se había percatado de lo que estaba mirando y aunque aparté la vista como la chiquilla tímida que era entonces, para disimular, me decidí a preguntarle un poco azorada: 
-No tendrás un kleenex.
-No, pero no te preocupes, que ya te limpio yo.
-No necesito que me limpie nadie - le contesté en su mismo estilo de broma mientras ya me subía las bragas y estiraba hacia abajo mi preciosa mini.
-Te has salpicado las sandalias -dijo.
-No importa.
En cambio, de regreso a la casa y para mi propia sorpresa acercó una de sus manos a mi hombro y se lo permití. Aunque se trataba de una cálida noche de verano, saliendo de un ambiente caluroso, sudando como un pollo con tanto baile y sin nada cubriéndome de cintura para arriba, sentía un poquito de frío. Por eso me agradaba cobijarme en su fuerte pecho. Aunque, pensé, "Pe, bonita, estás empezando a encontrarle el punto a este tío".
Entramos abrazados. Más juntos de lo que hubiera permitido o imaginado cinco minutos antes. Creo que incluso mi propia mano se había posado en su cintura. Eso sí, rozando apenas con las yemas de mis dedos su piel, porque me seguía provocando bastante rubor tocarlo...



miércoles, 31 de mayo de 2017

MIQUI XVI

....Parecía que no le importaba o no se daba cuenta del mensaje implícito en mi actitud. Comenzó a sonar  el "You Never Can tell" que bailan Uma Thurman y Travolta en "Pulp fiction". Sin duda, había grabado una mezcla muy curiosa de canciones. 
Sin preocuparse de que yo lo estuviera mirando con cara de mala uva, comenzó a bailar imitando los pasos de Travolta en la peli y yo no pude evitar, primero una leve sonrisa y después reírme a carcajadas, porque era sumamente patoso.


-No dirás que no lo hago bien.
-Oh, sí, de maravilla -le respondí sin dejar de reírme- Pareces el auténtico Travolta.
-De hecho fui yo quien le enseñó a ese tío los pasos del baile -bromeó mientras se quitaba su propia camiseta y la ondeaba al ritmo de la música.
Si ya vestido parecía un tío imponente, cuando se quedó desnudo de cintura para arriba me sorprendió cómo se le marcaban los músculos del pecho y abdominales, que contraía a conciencia con sus espasmódicos movimientos. Me querría impresionar. Lo cierto es que tan duros, depilados y brillantes, resultaban bonitos. Se notaba que se sentía orgulloso de ellos. Y también que se había percatado de que yo lo miraba como una auténtica boba.
-¿Te gustan? -me preguntó, sin interrumpir su desastroso ritmo.
-¿Qué?
-Que si te gustan.
-No estás mal -le dije, poniéndome un poco colorada porque sentía haberme mostrado demasiado atrevida.
-Pues, no creas, mi trabajo me cuesta mantenerlos.
-No me extraña -volví a decirle, ya más deshibida, gracias a que no me esperaba una respuesta que incluso podría considerar amable.
-Si te apetece, puedes tocarlos -dijo, golpeándose con la palma abierta en la zona del estómago.
-No, gracias.
Sin apenas darme cuenta ya estábamos bailando de nuevo frente a frente.
-Tienes buen perfil -dijo con ironía- pero prefiero que las chicas monas me miren a los ojos.
Le saqué la lengua.
Se rió.

Como no estoy acostumbrada a beber y habíamos bebido bastante, me entraron de pronto ganas de orinar. Aún no había terminado "You Never Can tell", cuando le pregunté:
-¿El baño está detrás de las cortinas?  
-No hay baño.
-No seas tonto, Hulk, que me estoy meando.
-Pues tendrás que salir a la calle. Al aire libre es más güay.
-¿En serio?
-Totalmente en serio.
Me dirigí a recoger mi camiseta, pero me lo impidió, tomándome de una mano y diciendo:
-Tenemos una noche espléndida, y afuera no va a verte nadie. No es necesario que te vistas.
Yo me quedé un momento quieta, como paralizada, porque a aquellas horas de la noche, me daba miedo salir a un sitio tan oscuro y rodeado de pinos. Él debió advertirlo en mi rostro porque me preguntó:
-¿Quieres que te acompañe?
No es que me hiciera mucha gracia, pero le dije: