Primeras lecciones -
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En "Primeras lecciones", Penélope, una joven de dieciocho años, inocente e ingenua, con carita de ángel, llega con toda su candidez a la Universidad donde se encuentra con Marta, una antigua compañera de colegio que la acercará a mundos y hombres que ayudan a Pe a descubrir sentimientos, placeres y emociones después de los cuales no será la misma.
Apasionada e intensa "Primeras lecciones" te ayudará a conectar con la parte más gozosa y divina de la condición femenina y humana,
a disfrutar del erotismo y el sexo con toda la dulzura y la pasión de una chica de dieciocho...
OTRO BREVE PÁRRAFO DE "PRIMERAS LECCIONES" para quienes no hayáis leído la novela aún y para que os animéis a leerla.
PENÉLOPE SE REENCUENTRA EN SEPTIEMBRE CON JOSÉ LUIS, SU PROFESOR DE ANTROPOLOGÍA, DESPUÉS DE HABER VIVIDO UN TÓRRIDO ROMANCE CON ÉL A FINALES DE CURSO...
...Yo
le sonrío y lo beso, mientras extiendo la falda sobre los muslos y
él reanuda la marcha, para dirigirse lo más veloz que le permite el
tráfico a su pequeño apartamento. No me bajan los colores. Estoy
muy caliente. En todos los sentidos. Nuestras miradas envían
mensajes lujuriosos.
Después
del duro verano necesitaba algo así, encontrarme con un hombre tierno y delicado como José Luis. Aunque creo que debido
a lo mucho que me desea, se comporta con un ímpetu que lo acerca a
una violencia ausente otras veces que lo hicimos, más
apasionado, romántico en las palabras pero brusco en los gestos. Maneja mi cuerpo como si se tratara de una muñeca de plástico,
volteándome, abriéndome las piernas, entrando en mí como entra el
rayo de una tormenta en el mar.
Ya
en el pasillo de acceso a las viviendas me toma de la mano y camina
deprisa, uno o dos pasos delante de mí. Parece aún más ansioso que
yo. Imagino que tampoco habrá mantenido relaciones sexuales con
ninguna otra mujer desde la última que mantuvimos nosotros y ese
pensamiento me enardece. En cuanto cierra la puerta detrás de
nosotros me estrecha contra él. Yo me empino de puntillas y le ciño
el cuello. Nos besamos. Y luego jadeando me lleva a la salita y me
conduce casi a empellones hasta la pared, donde cuelga una copia de
La
noche estrellada
de van Gogh. Lo desafío. Le bajo la cremallera del pantalón y se lo
empujo hacia abajo.
-¿Deseabas verme?
-le pregunto.
-Me moría de ganas
por tener otra vez el precioso cuerpecito de mi niña entre las
manos.
Me
apoya con la cabeza a la altura del óleo, me sube la falda y me
penetra. Yo lo recibo con el ansia de más de sesenta días sin sexo.
Observo que me mira con ojos de codicia inyectados en sangre. Me
siento llena y muy feliz. Me enorgullece que me desee con tanta
pasión. Sin embargo, tras sólo dos o tres embestidas, se
sale, me toma de la cintura y me obliga a girar.
-¿Qué haces? -le
pregunto.
-Quiero probar el
culito más hermoso y rico de cuantos existen.
Prefería
que siguiera haciéndomelo por delante, pero considero que se merece
un buen regalo de su alumna preferida, aunque mucho me temo que, por
circunstancias obvias, no me va a resultar tan sencillo como con
Marcos. Marquitos además se había tomado la molestia de
“prepararme”.
-Separa bien separadas las
piernas.
Las separo y coloco el culo en pompa, pero desde un principio intuyo que mi
agujerito es demasiado pequeño para él. Lo noto muy muy excitado,
como si hubiese tomado una potente droga. Cuando algunos minutos
después se lo insinúe, me responderá: “Mi única droga eres tú”.
-Tengo un poquito de
miedo -le digo mientras me abre con fuerza las nalgas para entrarme
por ese sitio. Tenso el cuerpo y a punto estoy de negarme, pero me
enardece tanto la pasión con que me desea que obedezco todas y cada
una de sus instrucciones.
Cuando
me alcanza siento una sensación dolorosa, pero me limito a morderme
el labio inferior. Quiero ser una chica valiente.
-Con
cuidado, José Luis. Por lo que más quieras te lo pido.
Pero no me escucha.
Me toma con las manos de las caderas y me la mete hasta dentro de un
solo impulso.
Grito fuerte:
-¡Ay!
Pero
no sé si lo ha interpretado como un chillido de placer, porque
comienza a golpearme como si en ello le fuera la vida.
-Me duele -le digo.
-Relájate,
preciosa.
-No puedo.
-Has adelgazado -me dice, aún ignoro con qué intención.
-Un poquito -le respondo y me obliga a gritar de nuevo-: ¡ay!
-Te habrás pasado el verano follando.
-¿Por qué me dices eso?
-Porque estás muy buena, te gusta mucho follar y eres un poco puta.
-Por favor, Jose -le digo-, me lastimas.
-¿Cuántos chicos te han tirado estas vacaciones?
-No sigas con eso. Sabes que..., ¡ay, ay! -grito, ahora casi llorando porque me golpea a lo bruto y me hace daño de verdad.
-Has adelgazado -me dice, aún ignoro con qué intención.
-Un poquito -le respondo y me obliga a gritar de nuevo-: ¡ay!
-Te habrás pasado el verano follando.
-¿Por qué me dices eso?
-Porque estás muy buena, te gusta mucho follar y eres un poco puta.
-Por favor, Jose -le digo-, me lastimas.
-¿Cuántos chicos te han tirado estas vacaciones?
-No sigas con eso. Sabes que..., ¡ay, ay! -grito, ahora casi llorando porque me golpea a lo bruto y me hace daño de verdad.
Creo
que me desgarra. Pero sigue golpeando muy fuerte, sin atender mis quejas. Yo apoyo las manos en la
pared y aun así en más de una ocasión golpeo con la frente contra
el cuadro de van Gogh.
-¡Me
duele mucho! -vuelvo a decirle, ya entre sollozos -Déjame, no quiero seguir.
-Vaya si quieres. Toma, viciosilla -dice con rabia y sale hasta que solo siento la puntita de su polla y luego me golpea de nuevo, metiéndomela hasta el fondo.
-Vaya si quieres. Toma, viciosilla -dice con rabia y sale hasta que solo siento la puntita de su polla y luego me golpea de nuevo, metiéndomela hasta el fondo.
Tenso todos mis músculos. No
puedo contener las lágrimas y comienzo a llorar pero sin
moverme de mi sumisa postura. Él no reduce el ritmo
violento de sus penetraciones. Siento como si me clavara un cuchillo.
-Si resistes un poco
más, preciosa, seré bueno contigo.
Sigo llorando.
Sigo llorando.
Me
golpea a lo bestia una última vez, se corre dentro de mí y
solamente entonces se sale. Jadea. Me echa el aliento en la nuca.
Apoyando sus manos en mi vientre, me gira, toma mi cara llorosa entre
las manos y, mientras me seca las lágrimas, me pregunta:
-Pero
¿qué sucede, cielo?
-¡Eres
un bruto! -le digo-. Me has hecho mucho daño. Y me has dicho cosas muy feas.
-Perdona
-me dice. Me acaricia las mejillas y luego me estrecha contra su
pecho. Hipo y no puedo dejar de llorar.
-¿Por qué me has hecho esto?
-Me vuelves loco, Pe.
-Pero tú nunca te habías comportado así.
-Perdóname. De veras que lo siento si te he lastimado ¿Te duele aún?
-¿Por qué me has hecho esto?
-Me vuelves loco, Pe.
-Pero tú nunca te habías comportado así.
-Perdóname. De veras que lo siento si te he lastimado ¿Te duele aún?
Le respondo que sí.
Entonces acerca su mano a mi culito, lo palpa y me dice:
-Sangras.
-¡Dios
mío! ¿Ves? -le contesto y vuelvo a hundirme en el llanto.
-Vamos,
no te preocupes, cariño. Esto no es nada.
Tiene la mano
empapada de sangre y yo estoy muy asustada. Me cuesta un esfuerzo
enorme caminar. Entramos en el baño, me quita toda la ropa, se
desnuda él también y se sienta y me pide que me tumbe de bruces
sobre sus rodillas.
-Pero no llores
-casi me ruega acariciándome el pelo.
Primero me lava bien
lavada la zona aplicándome directamente agua de la ducha en el culo.
Luego me aplica con una gasa una solución que escuece.
-Pica -le digo.
-No
te preocupes, cielo, no es nada. Sólo se trata de un pequeño
desgarro. La próxima vez tomaremos medidas.
-No pienso dejártelo
hacer más veces por ahí.
Se lava su polla, que también tiene restos de sangre, y luego me
toma en brazos y me besa. Yo me acurruco. Aún sollozo, hipando como
una verdadera mocosa. Pero cuando se dirige al dormitorio, me
deposita en la cama, se tumba junto a mí y me acaricia. Entonces
dejo de llorar.
-¿Mejor?
Le
respondo moviendo en sentido afirmativo la cabeza, porque temo que
vuelvan a soltárseme las lágrimas.
A
medida que cede el dolor regresa mi intensa excitación sexual y,
como él no deja de prodigarme mimos y caricias, vuelvo a sentirme
muy viciosa, ávida de que me complazca, lo que en cierta medida es
lógico, porque yo no había disfrutado orgasmo alguno, aunque
José Luis parecía habérselo pasado divinamente a costa de mi
sufrimiento.
-No
exageres, Penélope. Ha sido una pequeñísima herida.
-¡Sí,
pequeña! Me gustaría que te lo hicieran a ti. No veas cómo duele.
Comienza
a besarme desde los labios hasta que alcanza mi sexo. Allí me lame
como un perrito. Pienso que me quiere compensar por
el daño. Su lengua es lista. Me pone de nuevo a cien y me aleja
del intenso dolor en el culo. Le pido que se tumbe encima y me
penetre. Siento -por primera vez en mi vida- la necesidad de
mostrarme también yo como una chica violenta. Mientras me introduce
su orgulloso miembro, lo araño en la espalda, lo insulto y le digo
que ahora quiero que golpee con tanta fuerza como antes.
-¿Así? -me
pregunta.
-Más.
-¿Más?
-Mucho más-. Y,
para que se chinche, le clavo las uñas en las nalgas mientras impulso mis caderas hacia arriba para recibirlo entero. Y para chincharlo y vengarme le digo:
-¿Sabes cuántos chicos me han follado este verano?
Se enardece, se le encienden las mejillas y comienza a empalarme con el ímpetu que me la metía por el culo. pero ahora me gusta, me gusta con delirio. No habla, solo jadea, follándome como un loco, aunque cuando recobra algo de aire me susurra al oído:
-¿Cuántos?, zorrita.
-Ninguno -le respondo-. Por eso te deseaba tanto.
-No te creo, pero es igual.
Sus últimas penetraciones recobran la violencia pero me saben deliciosas. Solo cuando veo que se agota y va a correrse, consigo el primero de mis orgasmos y chillo y chillo, pero ahora de felicidad y placer, clavándole de nuevo las uñas en los glúteos mientras grito y muevo la cabeza hacia los lados como una loca y le pido:
-Aguanta, quiero más.
Ralentiza sus penetraciones, creo que porque teme que no va a poder controlarse. Pero estoy tan cachonda que me es suficiente. Me regala una última y prolongada penetración, da un respingo y chilla él también. Mis arañazos lo han obligado a alcanzarme tan adentro como nunca pude ni imaginar. En ese instante me corro de nuevo y todos los miembros de mi cuerpo se estremecen. Lo ciño con brazos y piernas.
-¿Sabes cuántos chicos me han follado este verano?
Se enardece, se le encienden las mejillas y comienza a empalarme con el ímpetu que me la metía por el culo. pero ahora me gusta, me gusta con delirio. No habla, solo jadea, follándome como un loco, aunque cuando recobra algo de aire me susurra al oído:
-¿Cuántos?, zorrita.
-Ninguno -le respondo-. Por eso te deseaba tanto.
-No te creo, pero es igual.
Sus últimas penetraciones recobran la violencia pero me saben deliciosas. Solo cuando veo que se agota y va a correrse, consigo el primero de mis orgasmos y chillo y chillo, pero ahora de felicidad y placer, clavándole de nuevo las uñas en los glúteos mientras grito y muevo la cabeza hacia los lados como una loca y le pido:
-Aguanta, quiero más.
Ralentiza sus penetraciones, creo que porque teme que no va a poder controlarse. Pero estoy tan cachonda que me es suficiente. Me regala una última y prolongada penetración, da un respingo y chilla él también. Mis arañazos lo han obligado a alcanzarme tan adentro como nunca pude ni imaginar. En ese instante me corro de nuevo y todos los miembros de mi cuerpo se estremecen. Lo ciño con brazos y piernas.
-Me gusta que te
comportes como una verdadera putilla -me susurra al oído.
-¿Es eso de verdad lo que
piensas que soy?
-No,
tú no finges. Eres auténtica...
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